Apuntes de Santolea, por José Aguilar

 

Santoleanos. Entrevistas de Sussanna Anglés:
      José Aguilar
      Teresa Giner
      Miguel Perdiguer
      Miguel Portolés
     José Sorribas


1972. Santolea será borrado del mapa,
por J. J. Benítez


Santolea: demasiados puntos suspensivos,
por José Giménez Corbatón


La cola del pantano, por Lluís Rajadell

Galerías fotográficas
      Santolea en la lente de Miguel Perdiguer


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Créditos

Sumario

 

El pueblo estaba sumido en una especie de letargo. El polvo había invadido las afueras y las calles se desconocían ante tanto descontento. Sólo una casa con aire nobiliario y poco más se mantenía en pie. No había miedo entre nuestros pasos, pero sí una atmósfera de triste existencia.

 

Nosotros preguntábamos aquellas dudas que estaban agolpadas en nuestro bloc de notas.... ellos paseaban y se mantenían en una quietud hermanada con el silencio. A su lado sólo se podían oír los pasos sobre el polvo de adobe. Ellos explicaban, de vez en cuando, qué había antaño donde hoy casi no se distinguía piedra sobre piedra.

 

Había miedo a perder más de lo que ya habían perdido. La mirada de nuestro anfitrión estaba enmudecida, húmeda y un poco quebrada.... tenía que hacer un esfuerzo por no perder aquellas lágrimas almacenadas día a día, desde que dejara de pisar unas calles que llevaban a muchas partes de aquel su pueblo.

 

Aquel rincón poblado y humanizado fue amenazado por las aguas del pantano que cada día iba comiéndose sus cultivos.... pero, en realidad, había sido derrotado y derrumbado por una desilusión que se presentó en forma de polvo. Lo que no pudo el agua, en Santolea lo pudo el polvo.

 

Éste fue un pueblo dinámico y de alguna manera, mientras vivan aquellos que lo rescatan del olvido nunca dejará de serlo: aunque el polvo y las ruinas rompan el sosiego de unas calles calladas, aunque las aguas inunden las huertas que les vieron crecer como pueblo.