Voces que nos llegan al alma
Ricardo Martín

La música no es algo para el cuerpo, aunque a veces nos pone la piel de gallina. Penetra en nuestro interior por el sentido del oído, y va directamente dirigida al espíritu. Nos eleva hacia mundos insospechados y hace vibrar nuestras fibras sensibles, predisponiéndonos a lo sublime.

Hago estas reflexiones porque llegó a mis manos una fotografía del coro parroquial en los años setenta. En ella, un grupo de jóvenes masinos y masinas, con su organista Eugenio Añón, posan para el recuerdo. Antes y después, han pasado muchas generaciones tratando de dar solemnidad a esos momentos especiales que se producen en la vida del pueblo. Voces que casi todos recordamos y que aun nos parece oír cuando las evocamos. A mi, particularmente, aun me queda el recuerdo de la voz aguda y limpia de Pilar Santafé, desde la tribuna, cantando en latín la “Misa de Angelis” en las fiestas patronales. O las voces de tenor y los sonidos graves masculinos de los coros parroquiales. Como el de Gabriel Cortés, que nos dejó recientemente para irse tras su voz hacia lo alto. Esos timbres tan conocidos de amigos, de vecinos, de familiares, que armonizados en conjunto, nos producen una sensación a la vez de cercanía y elevación, de compañía en los momentos tristes, como son los entierros, y en los alegres de la fiesta. Cantando en el altar o desde la tribuna de la Iglesia, adornada recientemente con las antiguas rejas y donde, según nos han contado nuestros padres y abuelos, lució un hermoso órgano tubular de trágico final.

Aun en condiciones adversas, al aire libre, el coro es capaz de sacar sus mejores sonoridades para cantar a la Santa Patrona en su ermita. Desde lo alto, en la colina, sin la resonancia de las cuatro paredes del templo, elevan su himno a Santa Flora para que le llegue a lo alto y bendiga los campos y el Mas de las Matas.