Avelino, tiempos entre el torno y la apicultura

Avelino Zapater/Redacción

Avelino Zapater lee en El Masino el reportaje dedicado a la fábrica de lentes ópticos de aquí de Mas de las Matas y enseguida se siente implicado a dar su testimonio ya que estuvo trabajando en esta fábrica, pero mejor dejemos que él nos lo explique: "En 1944 a mis 18 años ingresé en la óptica pero mi vida la programé para dedicarla a la apicultura por indicaciones de mi padre -se refiere a Blas Zapater, desde la cárcel, represaliado por el régimen franquista donde fue fusilado en- Así que mis actividades se entremezclaron". Al parecer el tener que dividir el tiempo entre el taller óptico y la laboriosa apicultura le produjo problemas de compatibilización. Avelino prosigue su relato respecto a la óptica: “Cuando ingresé en la óptica el sueldo era bajo, cobraba 115 pesetas a la semana. Luego la empresa, reconociendo que era un sueldo de miseria, nos propuso un plus de producción. Así si sacábamos más cristales, una cantidad que ahora no recuerdo, nos pagarían 20 céntimos por cristal repartidos entre los obreros”. Respecto a los trabajos nos comenta: “En la óptica había obreros que desde que entraron a trabajar siempre lo hicieron en las mismas máquinas y allí se jubilaron; a mí me ocurrió todo lo contrario… nunca tuve un sitio fijo, me tomaron como el comodín de la fábrica. Cuando faltaba algún obrero por enfermedad u otras causas me ponían allí y así fui recorriendo todas las dependencias. Cuando había restricciones -se refiere a restricciones energéticas- las máquinas pulidoras, que daban transparencia a los cristales, por el día trabajaban mal por la falta de revoluciones, entonces se trabajaba por la noche porque los vidrios salían mucho mejor en el acabado. Tuvimos que pulir por la noche, no quedaba más remedio. No había faena para dos pero tampoco podía estar uno solo y yo acompañaba al pulidor”.

Pero habían problemas: ”De Barcelona se quejaban de que las curvaturas de los vidrios no salían correctas y que así no podían atender bien los pedidos… si se mandaban los moldes a rectificar a Barcelona se perdía mucho tiempo en los viajes… así que optaron por construir un torno y así rectificar los moldes aquí mismo. El torno se construyó en el taller del tornero masino Ángel Ejarque, y después cuando se comenzó a hacer el rectificado no se podían sacar las curvaturas correctas. Entonces el encargado de la fábrica, Andrés Mata, probó con el mecánico Joaquín Tolós, trabajador de tornos en Vinaroz pero tampoco pudo conseguir nada… Luego vino el herrero, el Tuseras, pero se aborreció y no consiguió nada… ya por último Andrés Mata llama a Andrés Vallés, el mejor mecánico de Morella. Vallés estuvo todo el día con el torno y no pudo conseguir una curvatura correcta. En resumidas cuentas le dijo al Sr Mata, que el torno estaba mal construido y que no se podía hacer nada con él. Se fue y al día siguiente el Sr Mata me dijo que si no conseguíamos rectificar los moldes nos cerraban la fábrica. Por aquel entonces trabajaba allí Rafael Pallarés -electricista y mecánico de automóviles- y nos llamó a los dos y nos indicó que nos dedicásemos sólo al torno porque de que funcionase bien o mal dependía el cierre de la fábrica. Nos pusimos a estudiar el comportamiento y funcionamiento de un torno y hasta me pedí un libro en una librería… estuvimos tres días y con ayuda del libro aprendimos sobre el afilado de la herramienta, el ángulo de incisión y otros detalles pero el torno no era normal… se trataba de superficies esféricas. Llegamos a la conclusión de que el torno estaba mal construido. Los cojinetes eran de bronce…creímos que deberían haber sido de cilindros para evitar muchas vibraciones”.

Los dos obreros, jóvenes e ilusionados, siguen estudiando el torno pero esto explica Avelino: “Un día me dice Rafael que le habían llamado para irse a Madrid a trabajar en un taller y que me tendría que quedar y arreglar solo el torno… así que seguí estudiando el comportamiento del torno y al final conseguí corregir los defectos y lograr una curvatura correcta… En resumidas cuentas, de la inclinación de una herramienta dependía que la curvatura saliese más cerrada o más abierta…con pocas revoluciones y con mucho tacto en la inclinación conseguí el rectificado correcto”

Avelino se siente orgulloso: ”Cuando los compañeros comprobaron los primeros resultados correctos expresaron su alegría y el Sr. Mata me abrazó llorando de alegría. A partir de ese momento tuve un puesto fijo, el de corregir las curvaturas. Así estuve un par de años y cuando necesitaba tiempo para atender a las colmenas se lo pedía al Sr. Mata y me lo concedía… aprovechaba sábados y domingos y si me faltaban días los cogía de las vacaciones; pero -siempre hay un “pero”- en 1950, nos explica: ”mis dos actividades chocaron: la óptica y la apicultura… yo ya tenía un camión de colmenas, que entonces eran 130, y también me había dedicado a salvar el colmenar de Jacinto Vivas, que por desconocimiento lo descuidaba. Éste me lo ofreció para que se lo trabajara en plan de aparcería, o sea, a medias…era una oferta interesante y la acepté. Tenía dos camiones para hacer transhumancia y además me ayudaban ellos en la extracción de la miel”. Otro pero en la vida de Avelino:”El Sr. Mata cuando se enteró me dijo que había consentido que faltase a la fábrica cuando había necesitado tiempo para las colmenas, pero no quería que me comprometiera con otro “amo” y que la óptica le pagase la Seguridad Social… así que o te desentiendes de las colmenas del Sr. Jacinto o te vas de la fábrica”. Bien, ni corto ni perezoso, Avelino le responde: ”Me duele dejar la fábrica, pero si me pone en el dilema de la fábrica o las colmenas, elijo quedarme con las colmenas, así que usted verá… Al día siguiente ya no fui a la fábrica y seguramente que pensaría que si yo me había hecho con el funcionamiento del torno, los que lo intentasen, lo conseguirían. Volvió a probar con el tornero, el mecánico y el herrero pero nada. Pasaron los días y se desajustaron los moldes, empezando a llegar las quejas de Barcelona de la INDO. El Sr. Mata entonces recurre al Sr. Vivas para que me rogara de volver a la fábrica, yo le dije que estaba dispuesto a volver, pero que como era él quien me había echado que tenía que ser él quien me lo pidiese; entonces Tomás Escorihuela me pidió que si no lo hacía por el Sr. Andrés que lo hiciese por el resto de compañeros y obreros y entonces le dije que al día siguiente a las ocho estaría en la fábrica. Así fue y el Sr Mata, cuando yo ya estaba en el torno vino y me dio un abrazo y las gracias por haber vuelto y que en cuanto pudiese pasara por el despacho para hablar… bien, en cuanto el torno me dio una tregua me presenté en su despacho y me pidió perdón y también me contó que algún obrero me había cogido celos porque a mi se me permitía faltar unos días por lo de las colmenas y a ellos no. Yo sabía que eso era cierto, así que el Sr. Mata ese día me hizo una proposición: me inscribiría como obrero eventual en vez de cómo fijo, seguiría teniendo la Seguridad Social pagándome 25 pesetas por hora y nada, le dije que me parecía bien…a partir de entonces, trabajaba en la fábrica cuando me venía bien y ganaba más dinero...”.

Dos o tres años después se vino Agustín Gil: “Éste era innovador y muy buen técnico. Cambió el sistema de trabajo y me dijo que en el presente tendría mucha faena en el torno, pero que luego se me iría acabando…”. Nos cuenta: “Hasta entonces los cristales se pegaban con brea, se empleaban los mismos moldes del esmerilado, estos moldes por la excentricidad de las máquinas, al estar más al centro que los bordes en contacto sufrían en cada uso un desgaste mayor de centro que de bordes y se producía una deformación que en los convexos se deformaba la forma esférica en ovoide y en los cóncavos a la inversa….era por esta razón que necesitaban las rectificaciones que yo realizaba en el torno…el Sr. Gil mandó traer nuevos moldes de fundición en bruto y en ellas el tornero Ángel Ejarque les haría las moscas de fijación a las máquinas y yo hacía la rectificación… también se separaron los moldes del esmerilado de los de pegado de cristales con brea y con esto evitó la deformación del esmerilado. En adelante fueron innecesarias las rectificaciones periódicas que realizaba en el torno… a partir de entonces sólo me necesitaban para rectificar los moldes nuevos que venían de fundición” Sigue explicando: “Con la cepilladora no tuve problemas con los moldes cilíndricos, para astigmatismo no producía vibraciones y lo de la inclinación de la herramienta lo había descubierto con el torno. Acabé dedicándome más a la Apicultura; aunque Alberto Prats en más de una ocasión me ofreció irme a Barcelona, pero mi meta era la Apicultura”.