Aquellos años de la Guerra

Ricardo Martín

En recuerdo de David Cebrián Zurita

La pasión que sienten muchos masinos por su pueblo, se manifiesta, a veces, en pequeños detalles. Anécdotas que nos ayudan a comprender mejor el ser masino. A conocer a sus gentes de ayer y de hoy. Hay quien recoge y guarda retazos de la historia, de la cultura y las costumbres de Mas de las Matas en cualquiera de sus manifestaciones. Con la ilusión de que algún día sus hijos, o los hijos de sus hijos, puedan emocionarse descubriendo el latir de sus raíces.

La juventud es una edad alegre y hermosa. Está, casi siempre, por encima de los acontecimientos. Vive su mundo de esperanzas y sueños con generosidad y despreocupación. Y la masina de 1938, no debió ser una excepción. La Guerra, para ellos, era el drama familiar por los seres perdidos, pero su adolescencia, corría una tupida cortina para no truncar sus ansias de vivir. La Guerra, era la preocupación por los días del luto. Las ganas de quitárselo y respirar el aire puro y salir a la luz. De inocencia. Con una gran necesidad de reír y divertirse dentro de la tragedia. La Guerra, eran soldados jóvenes y apuestos que llegaban al pueblo para irse hacia el frente. Algunos, de origen italiano, que traían de su país la fuerza y el arrojo de la aventura. Aquellos años de la Guerra, fueron años de dolor y de esperanza. Y la juventud, tenía el instinto de vivir intensamente cada día y mirar al futuro cara a cara.

David Cebrián era uno de esos masinos entusiastas, buen amigo y excelente persona. Me envió poco antes de morir una pequeña poesía que refleja muy bien ese ambiente juvenil en tiempo de guerra. El escenario, un taller de costura de Pilar Ferrer que, por aquel entonces, estaba en la calle Diputación, en casa de sus padres. Allí cosían las protagonistas y, los protagonistas, eran unos guardias y su sargento que acudían para buscar tertulia con las jóvenes costureras. Todos ellos, entre bromas inocentes, risas y simuladas peleas, pasaban los largos días en aquella época sin radio ni televisión. Me explicó David la identidad de alguna de las mujeres que menciona. Entre ellas estaban, su madre y la mía. Otras, por el nombre, es fácil deducir a que familia pertenecen. Sebastiana, era la hija de Emilio Monterde, quien tenía la tienda al lado de casa Vivas: la tienda del Pera. También me explicó que “poner cola”, se refiere a colgar un muñequito de trapo con una aguja en la espalda de cualquiera de los soldados. El Sargento, que debió tener más estudios que el resto, envió un poema a Pilar. Con su afición a hacer rimar las palabras, escribió los siguientes versos que recordó de memoria muchos años alguna de las protagonistas.

Caspe 5 de Junio de 1938, II Año Triunfal

A MIS AMIGUITAS DEL TALLER DE PILI

Viva España, Viva Franco,
vivan las buenas muchachas,
veteranas, viva el taller de Pilar
y el pueblo de Mas de las Matas.

Todas las chicas que acuden
a coser a este taller,
siempre tienen buen humor
y yo creo que hacen bien.

Según se entra a la derecha
está en la máquina Victorina,
una chica muy simpática
que cuanto tiene es de fina.

Y con su sonrisa pilla
reflejada en su cara,
siempre a una, la chiquilla
arma soberbia algazara.

A su lado siempre están, Elena y Felisa
las dos cosiendo deprisa, a su estilo
y con facilidad prodigiosa,
ponen cola a quien les da la gana.

Más al fondo casi siempre,
de pie se halla Sebastiana,
cantando bonitos tangos,
cosiendo de mala gana (perdona).

Y a derecha e izquierda,
siempre en alto la mano,
Milagros lucha con Lara,
Conchita pega al Asturiano.

Y a ti, ama del taller,
mujer de mucha decencia,
Dios quiera que te vuelva a ver,
Con tantísima paciencia.

(Poesía redactada por el Sargento Francisco Ruiz)