Una masina en "La Magia de Viajar"
Edurne Guevara

Aña Doñate es herrera, masina y ama de casa. No sabemos si podrá conjugar muy bien la vida laboral con la familiar, esto sería objeto de otro análisis. Ana ha elegido a su pueblo para desarrollar la iniciativa de trabajar la forja y el hierro y más recientemente la valentía de aventurarse con un comercio donde vende su artesanía en forja, además de algunos otros productos artesanales. En estos tiempos que corren es grato saber que hay y quedan espíritus emprendedores. Esto debió captar la atención de la redacción LA MAGIA DE VIAJAR POR ARAGÓN que le dedicaron parte de un excelente reportaje sobre oficios artesanales que se van perdiendo en el Bajo Aragón, Teresa Martín en los textos y Carlos Muñoz en la fotografía.

Es difícil, bueno un poco extraño, que una mujer sea herrera...oficio que ancestralmente ha sido desarrollado más por los hombres... pero la mujer, valiente y decidida, ya hace años que decide sin tapujos y éste es un ejemplo más.

Cuenta el magnífico artículo (que les aconsejamos lean) que Ana quería ser enfermera, todavía le gusta leer sobre temas relacionadas sobre la salud, los remedios naturales, la buena alimentación... pero la vida pocas veces es como la planeamos en nuestros primeros días, cuando se juega por las calles (a médicos, policías, bomberos o maestros... por no decir astronautas). Las cosas cambian y ofrecen derivas; así Ana empezó a tener destreza con el lápiz y el plasmar dibujos, todo lo que veía. Así decide estudias Artes Aplicadas con la especialidad de escultura.

Después, una vez el título bajo el brazo, dio otro paso decisivo, adelante y valiente: no se arruga y crea su propio taller y en su propio pueblo. Es una manera de poner en práctica lo de estimar al pueblo más allá de las palabras y de darle forma a aquello tan “famoso” como “fácil” de: TERUEL EXISTE.

La realidad, de alguna manera, nos da en la cara y aunque Ana estima más el arte de la forja con la decoración y sus esculturas, se vio con más trabajo de hacer balcones, puertas por encargo, yunques... Ana recuerda los consejos del herrero del pueblo ( “el de siempre”), que le aconsejó sobre el tipo de maquinaria que necesitaría y cosas así; como dirían los abuelos “consejos de viejo gato”.

Aún con algunos escollos, normales en cualquier persona que inicia su trabajo, Ana Doñate sigue y sigue con encargos, con sus particulares piezas de escultura y decoración y, ahora desde hace muy poco, con su comercio masino.

Ana Doñate piensa la pieza, la diseña y después empieza el trabajo poco a poco y cuando sus clientes tienen dudas acerca de una necesidad, lo que hace ella es aconsejarles e incluso facilitarles una idea, en forma de diseño.

El fuego, la fragua, dar forma golpe a golpe... soldar las piezas, las diferentes piezas de un objeto de decoración o de una escultura, limar y limar, soldadura y pintar para pasar a realizar la imprimación.

Ana sabe que su trabajo es duro, muy duro... pero no se rinde, sabe que lo que puede hacer cualquier otro ser humano, dedicado a la herrería, lo puede hacer ella y con la misma dosis de pasión y orgullo.