Un día de pérdidas

Edurne Guevara

El día 19 de junio amanece con varias malas noticias, pero sobretodo me “impactan” dos pérdidas, cuando sólo faltaban dos días para el comienzo de un nuevo verano. Morían en diferentes latitudes Vicente Ferrer y Hortensia Bussi....y lo hicieron en silencio como vivieron y exprimiendo sus fuerzas hasta apenas dos días del solsticio de verano, la noche más corta del año y el día más largo.

Todos saben de sobras quien es Vicente Ferrer, un religioso que tenía una fundación y luchaba por la dignidad, los derechos y el cubrir las necesidades básicas de todas aquellas personas desposeídas de lo más fundamental....su proyecto tenía su epicentro en la India y de allí nos llegan sus iniciativas, los ecos de sus trabajo...

Hortensia Bussi era la mujer de Salvador Allende, aquel médico pequeño y casi frágil que ataviado con un casco del ejército chileno y portando una metralleta cual bandolera fuese, plantó cara a un golpe de Estado desde la casa común de todos los chilenos, su parlamento. A Salvador lo traicionaron y así sus ojos dejaron de sonreírnos, en presente, detrás de aquellas gafas de hueso marrón tan características. Moría un luchador, dejando muchos corazones rotos y muchas ilusiones inválidas.....pero quién puede que más se quedara desamparada fue Hortensia Bussi, su mujer...un ejemplo épico de mujer que mantuvo, siempre, su dignidad firme y silenciosa...como mujer del candidato a la presidencia, viajaba siempre con Allende y como primera dama se encargaba de la ayuda humanitaria, no quiso pasar solamente como la esposa del presidente....Hortensia fue más allá y aprovechó las circunstancias para repartir y compartir.

Contemplando una foto suya, realizada en 1984 ves una expresión limpia, una mujer con mayúsculas...sobradamente preparada. Era licenciada en Geografía e Historia y trabajó, durante años, como bibliotecaria...

Bussi y Allende tuvieron tres hijas: Carmen Paz, Beatriz e Isabel. En todas las riquezas y en el tesoro que se esconde detrás de cada una de estas vidas, también hay una tristeza....tristeza que fue, seguro, el asesinato de Salvador Allende y que hizo insoportable la vida a Beatriz que terminó suicidándose en 1977.

Hortensia Bussi vivió y cargó con todo esto y, aún así, con todo el dolor que se desprende...su mirada está tan limpia, paciente y casi nos llama al sosiego que sólo se consigue con la dignidad.

Hortensia era católica y practicante, mientras que su marido era masón....sólo dos seres unidos por el mayor de los respetos y el amor pueden vivir teniendo estas características tan divergentes que, en algunas épocas y en ciertos lugares han sido acicate suficiente como para que se cosieran a odios, encierros, represalias, asesinatos, ejecuciones, guerras...

Volvemos a Vicente Ferrer, un hombre que supo aprovechar cada uno de sus latidos de vida un exjesuíta que eligió el país de La India para irse de misiones. Vicente Ferrer ubicó su punto fuerte en la región de Anantapu, donde murió después de estar, desde hacía varios meses, grave por una embolia. Ayudó a los campesinos incentivando su trabajo desde cero, impulsó la creación de escuelas, hospitales, ambulatorios médicos, residencias para alumnos....Vicente Ferrer fue, es y será amigo de las clases más desfavorecidas, pero ya no tanto de la clase dirigente y de los políticos. Algo nos dice que eso es bueno porque, en la vida, hay que saber siempre dónde y con quien se está. Aquí y en estas cosas si que es conveniente acordarse de: “dime con quien vas y te diré quien eres”. Ferrer eso, como otras muchas cosas, lo sabía de sobras y tuvo el valor de llevarlo a cabo.

Vicente Ferrer abandonó la compañía de Jesús para casarse con una cooperante inglesa y desde 1996 cuenta con su propia fundación, la Vicente Ferrer que organiza todas sus actividades.

Vicente, su fundación y sus actividades han recibido numerosos premios, lo que les ha proporcionado popularidad y les ha dado a conocer, aunque nunca ha hecho relajar las fuerzas de Ferrer, de sus ideas y de sus actividades.

Echaremos muy de menos su mirada repleta de amor a la vida; añoraremos su frágil postura y su aire a la hora de “capear” todas las tormentas que siempre caen, sin medida ni compasión, en los mismos lugares. Le recordaremos, siempre y trataremos, de vez en cuando, de imitar alguno de sus alientos.

Gracias a los dos, por vivir y dejar vivir. Gracias por enseñarnos vuestro camino de dignidad....algunos serán, siempre, los que os tratarán de imitar....vuestro paso por la vida ha valido, de sobras, la pena.