Al llegar el verano y juntarnos en las noches, hemos tenido más presente el recuerdo de Maribel por tantos años juntos en la fresca.
Le hemos recordado con una misa y esto fue nuestra introducción:
“Estamos aquí reunidos familiares, amigos y vecinos para recordar a Maribel por todo el ejemplo que nos ha dado en su corta vida y enfermedad, de valor, fortaleza y fe en la Virgen María.
Gracias por tu amistad, gracias por tu cariño y gracias por todo el amor que has demostrado a tus seres más queridos y personas cercanas a ti.”
Y como ella demostró su devoción a la Virgen y murió con gran esperanza, para terminar le dedicamos esta oración:
Tú me enseñaste a esperar
Por las huellas de senderos redentores,
de Jesús seguiste el duro caminar,
compartiendo privaciones y desvelos,
contagiada de su ardiente caridad.
Cuando aprendí, peregrina y misionera,
de tu heroico y abnegado trajinar,
me enseñaste amor, ternura y fortaleza,
y que tu perseverancia he de imitar.
Aprendí que para merecer el cielo,
he de seguir al Señor sin desmayar,
pero cuento con tu ayuda y consuelo,
porque tú también me enseñaste a esperar.