Controlados
Jesús Timoneda Monfil

La guerra fría, que presumiblemente acabó en 1989 con la caída del muro de Berlín, no ha puesto fin al espionaje, más bien al contrario. Prueba de ello es la denominada red «ECHELON».

El Parlamento Europeo ha estudiado con gran interés un informe que describe esa mencionada red «Echelon», dedicada a la escucha y vigilancia de las telecomunicaciones. Esta red, que era secreta, ha dejado de serlo, entre otras cosas, gracias a la investigación del periodista británico Duncan Campbell. La red se constituyó mediante un acuerdo llamado «Usaka», formado por la Agencia Nacional Norteamericana de Seguridad, y apoyado por Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Por medio de más de cien satélites puede interceptar millones de comunicaciones de gobiernos, empresas y personas privadas cada día, conversaciones, fax, e-mails, etc., en todo el mundo Al comienzo, en 1947, esta red fue ideada para objetivos militares, políticos y de seguridad (al menos eso dicen los interesados), cuando el mundo estaba dividido en el bloque capitalista y el comunista. Ahora se sospecha que su objetivo es, además de lo anterior, industrial, comercial, financiero, tecnológico, científico, etc., de manera que proporcionen una situación de ventaja a las empresas norteamericanas y británicas principalmente, y a los miembros todos de la red, así como a sus gobiernos. Lo curioso es que Gran Bretaña pertenece a «Echelon» y también a la Unión Europea, muchos de cuyos países se han visto perjudicados por la red, al perder contratos comerciales, industriales y de todo tipo a causa de ese espionaje.

Esa es una de las formas en las que Norteamérica, el paladín del liberalismo, entiende lo que es el libre mercado, la libre competencia. Ante estos comportamientos de los poderosos ¿qué posibilidades tienen los países más atrasados para salir del subdesarrollo?

No obstante, tampoco Francia, Alemania o Rusia pueden tirar la primera piedra, pues disponen también de redes de interceptación de comunicaciones, claro que de menor escala y potencia, según D. Campbell.

Con el descubrimiento de «Echelon» vuelve a ponerse de manifiesto, una vez más, la contraposición entre seguridad y libertad. Para preservar la primera se vulnera la segunda. Las comunicaciones privadas son escuchadas, interceptadas y utilizadas para lo que se desee. Puede decirse que se intenta seriamente tenernos controlados. Si a eso añadimos las fusiones de grandes empresas de telecomunicaciones, financieras, etc., parece que se hace realidad lo que ya supuso Orwell en su obra «1984», en la cual dice que el «Gran Hermano» -en este caso Echelon- todo lo veía, todo lo controlaba y reescribía la historia día a día. Ahora, después de lo de las torres gemelas de N. York, es de suponer que este control se incrementará, con lo cual nuestra libertad se verá disminuida.

¡Cuánta hipocresía! Países poderosos que dicen defender los derechos humanos y usan la alta tecnología para conculcarlos. Más o menos son los mismos que permiten la existencia de paraísos fiscales para blanqueo de dinero, evasión de capitales, etc.

A pesar de tanta negatividad no debemos desmoralizarnos ni rendirnos, pues soy de los convencidos que hay muchísimas personas de buena voluntad que avanzan por el buen camino, es decir por la senda de la solidaridad, de la ayuda desinteresada, de la búsqueda de la unidad por medio del diálogo sincero, de la comprensión del otro, etc. Una muestra de lo que digo es el aumento del voluntariado. Y digo más: En los próximos diez o quince años van a verse muchos y profundos cambios sociales inimaginables, pese a quien pese, para bien de la humanidad. Espero y deseo que estos cambios se produzcan de manera pacífica y paulatina.