Viaje al Forcall
Jesús Timoneda

 

El pasado día 3 de Junio del 2008 muchos de la Residencia de aquí de Mas de las Matas viajamos al Forcall, y más concretamente a la residencia de ese pueblo, con objeto de devolverles la visita que ellos nos hicieron el año pasado, con los cuales, además, nos desplazamos a Castellote donde lo pasamos muy bien viendo Dinópolis, guiados por una mujer simpática y buena profesional.

Fuimos a ese pueblo de la provincia de Castellón con un autobús adaptado para sillas de ruedas, acompañados de unas cuantas empleadas de nuestra Residencia que se portaron divinamente. Son estupendas personas además de buenas profesionales, pues aparte de ayudarnos en todo momento, procuraron poner alegría y jolgorio, con el fin de que disfrutáramos de un día magnífico. También vinieron con nosotros dos mujeres del Mas, las cuales colaboraron y nos animaron todo cuanto pudieron. Desde aquí muchas gracias a todas.

Cuando salimos de aquí pintaba un día feo, con viento frío, nubes y claros, sin embargo en el transcurso del día fue mejorando. Nunca había recorrido esas tierras. Me habían dicho que hasta La Balma el paisaje es hermoso. Tenían razón: es bellísimo. Pasamos por Aguaviva. Bonito pueblo por lo que pude ver, más antiguo que el Mas, comunicado con Las Parras de Castellote y La Ginebrosa. Poco después de pasar por Aguaviva la carretera serpenteaba paralela al río Bergantes, que discurría más caudaloso de lo habitual, según me comentaron. El valle del río es en general rocoso y con abundantes recodos en los que el agua se remansa formando pozos, como si fueran “yacuzzis” naturales donde bañarse en plena naturaleza. Vi también El Chorrador, tan bonito. Y todo ello flanqueado por montañas llenas de pinos, formando un bosque espeso, precioso, casi interminable, en cuyas sombras cercanas al río hay como merenderos y rincones muy acogedores, que uno al verlo no puede sustraerse al deseo de visitarlos con la voluntad de respirar a pleno pulmón, tomar el sol y darse un chapuzón.

Vi La Balma con la torre de su iglesia y al lado el hotel en plena ampliación. Todo este conjunto enclavado en la roca de la montaña, como suspendido. Abajo, cerca del río, se veía el Museo del Cazador en estado de construcción muy avanzado. Con las recientes y copiosas lluvias estaba todo de un verde intenso que añadía todavía más la belleza al lugar. Todo rezumaba vida, todo parecía crecer, renacer, palpitar.

Trataba de verlo todo, de absorber, de impregnarme, de cada rincón, de cada lugar, de cada árbol, cada roca. Conforme avanzábamos surgían ante mi ávida vista nuevos paisajes, nuevos pueblos, como Zorita, con su manada de toros, Palanques, Ortells. Todos desde lo lejos se veían con las casas apiñadas alrededor de la torre de la iglesia que, cual centinela, pareciera guardar y proteger el pueblo. Tan apartados aparecían ante mí como si de una hermosa postal se tratara.

Llegamos por fin al Forcall, después de atravesar un puente, cerca del cual, si no me falla la memoria, se unen el río Bergantes y el Caldes, éste con muy escaso caudal de agua. El autobús aparcó en la grande, antigua y bella plaza, donde se hallan casas y edificios muy antiguos y señoriales, como el Ayuntamiento. De allí nos trasladamos a la Residencia ubicada a las afueras del pueblo, cerca de la carretera. Allí nos agasajaron y nos mostraron todo las muy amables y simpáticas empleadas. Comimos en el jardín, al aire libre, con gran armonía, alimentos sabrosos, exquisitos y abundantes. Tanto es así que felicitamos a la cocinera. Luego comieron las trabajadoras y hubo baile. Posteriormente una simpática cuentacuentos nos narró unas historias allí mismo en el jardín, tras lo cual regresamos alegres, cantando, animados siempre por las infatigables empleadas.