Inercia colectiva

José Manuel Pastor

Me llama la atención muchas veces que nuestro comportamiento se adapta continuamente al entorno que nos rodea, sin premeditarlo, ni siquiera paramos a pensar porque sucede.

Si estás por ejemplo en el pueblo de tus amores, sales de casa de una forma pausada, te acercas hasta el bar sin prisa, al ritmo que tú crees tener. Pero, ¿es realmente tu ritmo ese o caminas de forma instintiva según lo hacen los demás? ¿El hecho de que estés en el pueblo te relaja psicológicamente sin darte cuenta? Todos los veraneantes, al llegar aquí andan de forma relajada, paseando. ¿Andan así en la ciudad? ¡NO!. En la ciudad, aunque sólo vayas al bar y no tengas prisa por nada, te aceleras. ¿O te aceleran? Yo tengo más lejos el bar desde mi casa del pueblo que desde mi piso en Zaragoza. En Zaragoza sólo he de cruzar la calle para ir al bar de costumbre. Pues bien, aquí subo paseando y en la ciudad cruzo la calle como si llevara un cohete pegado al culo. Pero, ¿cruzo rápido porque es mi ritmo de paseo o porque al salir veo que todos bajan andando la acera acelerados como si fuesen a apagar un incendio, y piensas: “si ando despacio, ¿me pasarán por encima?”. Estoy seguro, es inercia colectiva.

Entras en el bar, pides tu bebida y entablas conversación con el de al lado. El otro coge su vaso y da un trago, instintivamente a los pocos segundos haces tú lo mismo con tu vaso. Se enciende un cigarro, y si eres fumador, te entran unas ganas locas de fumar y te enciendes uno para acompañarle. Y si durante la conversación uno da un bostezo, te solidarizas y a los pocos segundos estás bostezando tú. Inercia colectiva.

Otra anécdota es cuando llegas a tu barrio con el coche, si no tienes parking donde meterlo, das mil y una vuelta por la barriada. Hay que dejarlo bien aparcado, la policía local no perdona. ¡Te entran los nervios!

- Dios mío, voy a pasar el resto de mi vida dentro de este coche. No volveré a ver a mi familia ni a mis amigos. Eso por no hablar de la cantidad de combustible que echas a perder. – Maldita sea, ¡Como va barato!.

Ya te has cruzado tres veces con el mismo coche, seguramente está sufriendo lo mismo que tú. De pronto, coincides en la misma calle, tú vas detrás de él. Él aparca en doble fila ante la puerta de un bar, tú te olvidas de la “local” y haces instintivamente lo mismo. ¡Al diablo, que pase lo que quiera”. Pues bien, sales a la media hora del bar y hay seis coches aparcados en doble fila. Inercia colectiva.

También es curioso las conversaciones que se tienen a veces. Le preguntas a uno:

- ¿Cómo ha quedado el Zaragoza?

- Ha perdido.

- ¿Ha perdido?

- Sí.

- ¿Cuánto?

- Dos-cero

- ¿Dos-cero?

- Sí.

Aparece un tercer interlocutor:

- ¿Quién ha perdido dos-cero?

- El Zaragoza.

- ¿El Zaragoza ha perdido?

- Sí.

- ¿En qué puesto queda ahora?

- Decimoséptimo.

- ¿Decimoséptimo?

- Sí.

Cuarto interlocutor:

- ¿Quién es decimoséptimo?

- El Zaragoza.

- ¿El Zaragoza decimoséptimo?

- Sí.

- Entonces habrá perdido.

- Sí.

- ¿Cuánto?

- Dos-cero.

- ¿Dos-cero?

- Sí.

Hasta uno se da cuenta de que esa conversación no va a tener fin, y salta:

- El CAI si que va bien. Este año a la ACB.

Díganlo conmigo: Inercia colectiva.

¿Y si vamos al cine? Sacamos la entrada, miramos donde nos ha tocado, se la damos al portero, la parte y dice:

-Sala 4. Al fondo, a la derecha.

Miramos otra vez la entrada, y eso que nos acaba de decir a qué sala vamos. “¿Nos habrá engañado?”. Ah, no.

Después de mirar la entrada ¿vamos a la sala? ¡NO! Las palomitas. Te compras las palomitas y… ¿qué haces? Vuelves a mirar la entrada. No ha cambiad: Sala 4.

Por fin llegas a la sala y una lucecita en tu cabeza te dice: ¿Asiento? Por cuarta vez miras la entrada: “NO NUMERADA”. Te sientas con tus palomitas. Las luces siguen encendidas. Coges con timidez las primeras palomitas, procuras no hacer ruido con la boca. Las luces están encendidas y te ven. Los de alrededor comienzan también a probarlas lo más sigilosamente posible. Se apagan las luces, se hace el silencio, va a comenzar la película. ¿El silencio?

- ¡Crunch, crunch, crunch!- todo el cine.

Sin duda alguna, inercia colectiva.