Editorial

Hasta bien pasada la línea que cortó por la mitad este pasado julio, no nos percatamos de que el verano ya llevaba unos días meciéndose con nosotros, aunque sin dar la cara....las temperaturas nos engañaban, pero cuando despertó ha sido para mostrarse implacable como siempre.

Mientras tanto, sin tener en cuenta el factor que señala el termómetro nos sumergimos en un verano como cualquier otro ; así seguimos viendo el momentáneo retorno, (como el de la lucidez en un manicomio) de masinos, masinos y adoptados que se aferran a este valle y a sus gentes en sus lapsus de trabajo, conocidos como tiempos vacacionales.

Quien también sigue su destino es el campo....están ya en el recuerdo las verdes moquetas mecidas suavemente por alguna corriente de aire....ahora los campos son amarillos y ya no bailan al ritmo de las brisas, más bien al contrario. Los campos de cereal fueron segados y ahora en alguno de ellos se ven rectángulos de paja esparcidos aquí y allá como las fichas de una partida de ajedrez . Si te adentras en ellos te das cuenta de la firmeza y fortaleza de lo que todavía queda clavado en el suelo.

El cielo en nuestras noches de verano no ofrece el mismo contraste que el del invierno, pero es muy difícil sentarse a ver, en pleno invierno, las estrellas con quietud y atención....para eso está el verano que nos ofrece una temperatura ideal para quedarse sumido en el sueño de Morfeo, mientras se disfruta de una suave brisa .

En todos los pueblos y el Mas no es excepción, la gente se anima a salir a recorrer las calles para mover el cuerpo, en esos días te encuentras a mucha más gente que en cualquier día de invierno a las siete de la tarde. El verano masino es vital y aunque pocos todavía se pueden ver los típicos “corros” de gentes masinas que charlan y cuentan los diferentes devaneos del pueblo y de sus convecinos.

Insistimos en la necesidad, casi vital, de reconocer, paso a paso, nuestro territorio; caminos que nos llevan, sin ir muy lejos, a lugares que relajan nuestros sentidos, sendas que se esparcen por lugares recónditos; barrancos que te hacen sentir como un duende casi perdido....y lugares elevados sobre el nivel del valle en el que se asienta un pueblo que cada día más necesita de nuestra implicación.