Los Mandamientos del Bus Urbano
José Manuel Pastor

Como todo en la vida, la utilización del Bus urbano tiene unas normas de funcionamiento y comportamiento, aparte de una tarifa de precios que vienen expuestas en un panel en la parte delantera, justo detrás de la cabina del conductor. Pero existen también otras normas no escritas, pero por todo usuario conocidas, y que cumplimos a rajatabla. Éstas son:

1º.- HORARIO EN TIEMPO FICTICIO: Todos sabemos que cuando estamos esperando en la Parada, y el panel luminoso indica que en dos minutos llega tu bus, da tiempo de encenderte y fumarte tranquilamente un cigarro y dar después medio bostezo. Al principio no lo comprendía: “¿De cuántos segundos consta un minuto de un autobús urbano?. Una tarde, viendo el baloncesto en casa lo comprendí: quedaban dos minutos para el final del partido, y me dio tiempo de fumarme un cigarro y dar medio bostezo. Claro, dos minutos a tiempo parado: paran el crono en cada parada y en cada semáforo, hasta que llegan a la tuya. Calculándolo así, incluso es posible que lleguen con medio minuto de antelación.

2º.- POSICIONAMIENTO PERFECTO ANTE LA PUERTA: Es curioso, mientras esperamos el Bus, la forma de comportarnos me llama la atención. Ahí estamos, como si la cosa no fuera con nosotros, cada uno mirando para un lado y de cuando en cuando todos de reojo hacia el mismo lado, parece que juguemos al despiste, cada uno por una punta de la parada. En cuanto aparece el Bus, el efecto es el contrario: nos “apelotonamos” todos y queremos ocupar el mismo metro cuadrado. Al abrirse la puerta, por supuesto, queremos entrar todos a la vez para ocupar la posición más privilegiada dentro, o “luchar” por un asiento. Lo curioso es que actuamos igual aunque vaya el Bus vacío.

También he encontrado respuesta a porqué las mujeres salen de casa con esos bolsos tan enormes llenos de cosas: es para coger el Bus. Si intentas subirte antes que ellas, te meten el bolso entre tu cara y la puerta y te ganan la posición, como si fuera a entrar a canasta un pívot ante la oposición de un defensor.

3º.- PROHIBIDO SALUDAR AL CONDUCTOR: Una vez dentro, debes tener en cuenta que no puedes saludar al conductor porque puedes distraerle. Si tú dices “Buenos días” al pasar, el conductor te mira serio, casi enfadado, o si tienes suerte, sólo con total indiferencia. Ahora, también me he fijado que si ese saludo viene de una persona mayor (de 68-70 años en adelante) el conductor siempre devuelve el saludo, así que esperaré treinta años más para tener este privilegio.

Más se molestan aún, si no llevas tarjeta “busera” y al pagar en efectivo les obligas a darte cambio aunque sólo sean diez céntimos.

Eso sí, la norma cambia si les pillas en cambio de turno: sube otro compañero suyo para hacer el relevo y se ponen a hablar del trabajo, de la jornada de liga, del tiempo,… De hecho el que sube hace de copiloto. “En verde”, “Rojo”, “La parada”. El otro ya sólo se ocupa del volante y los pedales: curioso, curioso.

4º.- CONDUCCIÓN TEMERARIA: Otra norma no escrita y a la que te habitúas es a los continuos acelerones y frenazos. El autobús circula normal, esto es un poco rápido, y a la que llega a un semáforo en rojo da la impresión de que en cuenta de frenar de forma progresiva se hace a la desesperada, en el último momento. Cuando cambia a verde se actúa igual: espera unos segundos, parece que va a salir paulatinamente pero no, ¡ZAS! Zapatazo que te crió. Vas en un vaivén continuo. Algún pasajero dice siempre: “Parece que lleven un camión de naranjas”. ¡MENTIRA! Los camiones que llegan a descargar a un supermercado frenan despacio, abren la puerta y la mercancía está intacta, como ha salido del almacén. Yo en cambio me he dado por vencido: si he de coger el Bus, ni me molesto en plancharme la camisa ni en peinarme, ¿para qué?. A la que bajas del bus, tienes la misma pinta que uno que lleva dos días sin acudir por casa.

5º.- PROHIBIDO MIRARSE DIRECTAMENTE: Sorprende la forma de actuar de los usuarios dentro del autobús: aunque esté el autobús repleto de gente, tenemos la habilidad de mirar cada uno para un sitio distinto, sin llegar a cruzar la mirada con nadie. ¿Parece imposible, verdad? Pues ni ensayándolo saldría tan perfecto. Sólo si vamos de pie, cuando se llega a una parada, miramos de reojo los asientos más cercanos, para ver si se levanta alguien. Según va parando el bus, nos vamos poniendo tensos, adelantamos un piececito, metemos un poco la cadera y casi conseguimos no dejar salir a quien va a abandonar el asiento. Todo esto sin mirarnos, ni siquiera miramos a quien se levanta, la vista está fija en el asiento y, ¡zas! De un brinco te encajonas en él.

Si vas sentado, vas mirando por la ventanilla: Tú y todos los que van sentados, aunque esté la ventanilla empañada y no logres ver nada. Llegas a tu destino, te vas a levantar y el ocupante que tienes en frente también, le vas a ceder el paso y te das cuenta entonces: ¡Es tu vecino del quinto! Podrías haber ido conversando y hacer el viaje más ameno, pero claro, con esta norma del no mirarse, ¿cómo lo ibas a saber?

6º.- LA GUERRA DEL ASIENTO: Aunque ya la he explicado un poco, merece mención aparte. Sucede en ocasiones que adelantas y metes la cadera al mismo tiempo que otro, y cumples una infracción: ¡Te miras!. Estudias psicológicamente al contrario, le ves sin malicia y piensas: “Le cedes el asiento, él me devolverá la cesión y me acabaré sentando yo”. Suele acabar la cosa así, unas veces cedes tú y otra el “contrario”. Pero en otras ocasiones, no. El otro te devuelve la cesión, ves que es una madre con su hija o una persona mayor, y lo vuelves a ceder, así empiezas una aburrida conversación que acaba con la llegada de una tercera persona que entrando por detrás, gana la posición de los dos, se sienta y punto. Ni Leo Mecí dribla tan rápido. Se nos queda cara de tontos, nos resignamos y seguimos de pie. ¡Maldita cortesía!

7º.- PARADA CERCANA, ASIENTO LEJANO: Esta norma es el colmo de la torpeza humana. Como no se habla, no se pregunta, y al no preguntar, sucede. Queda un asiento libre, el de la ventanilla. Al querer acceder a él, la persona de al lado en vez de cambiarse al otro asiento y cederte el suyo, aparta las piernas para que pases tú, con el bus ya en marcha. Él limpia sus zapatos en los pantalones más próximos o faldas, según el caso, mientras tú “pateas” los pies de los ocupantes de enfrente y si lo consigues evitar casi acabas con tu cara en la ventanilla.

Pero la monda de todo esto es que en la mayoría de las veces (99,9%), la persona que está más alejada del pasillo es la primera que tiene que salir. Y no abandonas el asiento una parada antes, no, con lo que ha costado sentarse. Lo haces entre parada y parada: te levantas, pides paso, la otra persona quita las piernas, se vuelve a limpiar la suela en pantalones ajenos, tú vuelves a patear de nuevo a los de enfrente, bajas el escalón hasta el pasillo, al ir el bus en marcha hasta sujetarte de nuevo pierdes dos segundos el equilibrio, tiempo suficiente para meterle el codo en el omóplato al pasajero de al lado, que lleva todo el viaje de pie. Todo esto por no preguntar antes de sentarte algo tan sencillo como: “¿Usted dónde baja?. Yo estoy a dos paradas.”

8º.- VAYAN A LA PARTE TRASERA.- Esta norma también se las trae. Vamos de pie en el bus, todos amontonados en el centro del mismo, y sigue entrando gente. Llega un momento que desde la cabina del conductor hasta el centro sólo ves gente, miras al suelo y no hay suelo, sólo zapatos. Tres te han metido el sobaco en la nariz, dos mujeres el bolso en la cadera y otra persona el talón en la espinilla, y ahí aguantas el tipo como un campeón.

El conductor se ve obligado a recurrir a la megafonía, un pitido molesto atraviesa nuestros oídos, y escuchamos una fuerte voz femenina que casi desagrada. Para quienes no lo han vivido, es algo así: ¡”NINU” POR FAVOR VAYAN A LA PARTE TRASERA DEL AUTOBÚS. GRACIAS. “NINU”! Nada, no se mueve ni Dios. Diez segundos después, se insiste: entonces empezamos a mirar hacia el fondo, pero sólo se mueven los que están con el conductor. Sigue entrando gente y saliendo poca. De nuevo el pitido insoportable. Esta vez funciona. Vemos que en el fondo hay cuatro o cinco personas la mar de cómodas: dos haciendo el solitario, otro leyendo ocupando dos asientos y tú ahí, en el centro, sudando. Entonces pasa el efecto contrario: vamos todos al fondo, a apelotonarnos allí, el “autobusero” por costumbre pone por cuarta vez la megafonía: ¡”NINU” POR FAVOR VAYAN A LA PARTE TRASERA DEL AUTOBÚS. GRACIAS. “NINU”!. Y entonces alguien grita desde el fondo medio ahogado: “¡Que ya no queda más autobús!”. Mientras tanto, en el centro comienzan a jugar al solitario.

9º.- POSICIONAMIENTO PARA LA SALIDA: Ha llegado el momento de abandonar el bus y lo haces de la forma más estresante posible. Si vas sentado, ya lo he dicho, esperas a que estés a mitad de trayecto o más, casi se ve tu parada a lo lejos para moverte. Pisas a todos para acceder al pasillo. Pero una vez en el pasillo comienza el “show”: vas metiendo el cuerpo para ir ganando sitio hacia la puerta, claro, como no se habla, no se pide paso. Los demás te ven con cara de apuro y van cediendo muy poco a poco. El bus ya va a parar y tú no has llegado a la puerta. De pronto hay un hueco, te cuelas como puedes y te pones ya cercano a la salida, pero hay cinco o seis personas encaradas hacia la puerta. Te ves obligado a hacerlo, aún así esperas unos segundos, el bus para, la puerta se va a abrir. Sí, estás obligado a hacerlo, o eso o bajarte en la siguiente: ¡PREGUNTAS!: “-Perdón, ¿van a bajar?”. Quienes no bajan te dan paso y sales. ¡Increíble!.

Y hasta aquí las normas o mandamientos del bus urbano. Lamento haberme extendido tanto, pero…

- Espera, te dejas el décimo mandamiento.

- ¿Cuál?

- Hacer huelga en fechas clave.

- Uf. Prefiero no mencionarlo…