Entrevista a Miguel Perdiguer Aguilar. Una vida dedicada a la Medicina
Artículo publicado en el DIARIO DE TERUEL el domingo, 3 de febrero de 2008

El facultativo recuerda los avatares que pasaron los médicos de su época

M.S. TIMONEDA/Alcañiz -La Real Academia de Medicina le acaba de otorgar una distinción por su trayectoria profesional. ¿Cómo ha recibido este reconocimiento a sus 89 años de edad?

-Estoy muy contento, porque es un premio que en los 177 años que tiene la Real Academia de Zaragoza es la primera vez que se le otorga a un médico bajoaragonés, y éso me llena de orgullo y también de vanidad, aunque hay muchos médicos que podrían recibir este galardón.

-Ejerció su profesión hasta hace muy poco ...

-Cuando cumplí 80 años decidí que tenía que disfrutar de la vida, porque mi generación de médicos lo pasó muy mal. Empezamos en la postguerra ... Los jóvenes de hoy no pueden comprender la situación de aquellos tiempos, cuando no existía la Seguridad Social. En Alcañiz sólo había un Hospital municipal donde se atendía a los incluidos en el padrón de beneficencia, a los que no tenían nada y no podían pagarse ni los medicamentos. El Ayuntamiento se hacía cargo de los jarabes, de alguna infusión, pomada, un poco de algodón, y poco más. Y en el Hospital se atendía a los de beneficencia y a algún mendigo. Y los que acabamos la carrera después de la postguerra nos encontramos una nación deshecha, sin medios económicos, con las estructuras por los suelos. Incluso en la Facultad de Medicina algunas cátedras no estaban cubiertas por los catedráticos, porque, como consecuencia de la guerra, unos habían sucumbido y otros habían emigrado. Y las plazas de catedrático las cubrían con profesionales de reconocido prestigio de Zaragoza y Teruel. Y estos profesores lo hicieron muy bien.

-¿Encontrarse con aquella situación en el país hizo que también fuera una época más vocacional para los profesionales?

- Es posible, pero cuando uno termina el Bachiller tampoco tiene muy claro qué estudiar. Por lo general estudiábamos carreras que estaban en Zaragoza, porque la gente que no teníamos medios económicos no podíamos irnos, por ejemplo, a Madrid a estudiar. De hecho, la mayor parte de los médicos procedíamos de clases humildes, como era mi caso, que mi padre era un labrador de Santolea que tenía un mulo y criaba sus cerdos. No pasábamos hambre, pero ahorros había pocos. Entonces, como no había becas, era muy difícil que uno pudiera estudiar. En mi caso, la insistencia del médico del pueblo hizo que mi padre se decidiera.

-¿Cómo era la formación de un médico hace 70 años?

- Los conocimientos eran más escasos, por eso llegábamos a dominar las asignaturas, es decir, sabíamos bastante bien lo estudiado. Dudo que hoy haya ningún estudiante capaz de asimilar todos los conocimientos que se tienen de cualquier ciencia. En Medicina es imposible. Nosotros teníamos un concepto global de la Medicina, sin grandes profundidades. Hoy hay multitud de especialidades, pero entonces el médico o era de Medicina General o de Cirugía.

-¿En qué ha cambiado el ejercicio profesional?

-En mi época, la Medicina era más humana por necesidad, porque los medios terapéuticos eran tan escasos que había que compensarlos con el contacto con el enfermo, el consuelo ... Cuando no había curación posible, no se le podía enviar a ninguna parte por falta de medios y ésto se compensaba con visitas varias veces al día cuando el caso era muy grave. Te sentabas al lado del enfermo y le dabas consuelo.

-Es decir, actuaban de psicólogos.

-Entonces dominabas la psicología, porque en buena parte de los casos la terapéutica era nula. Ante una pulmonía se le podía recetar un jarabe para que lo preparase el boticario, aunque sabías que lo único que iba a hacerle al enfermo era una cura psicoterápica.

-¿Y la psicoterapia hace milagros?

-Un milagro grandísimo. ¿Por qué ahora con todos medios que tenemos se emplean los psicólogos? Algo de eficacia tiene.

-¿Cree que falta proximidad del médico?

-Es que la estructuración de la Medicina es distinta. Ahora un enfermo pasa 14 médicos, cuando entonces sólo por uno. El enfermo no tiene ese contacto tan íntimo que tenía antes con su médico.

- ¿En qué ha cambiado la Medicina?

- Los que tenemos cerca de un siglo de edad, hemos tenido el privilegio de ver cómo la Medicina ha pasado de ser algo empírico a ser científica casi al 100%. Nunca llegaremos al 100% porque, aunque se estudien mucho las enfermedades, una misma patología puede variar completamente según el individuo, su constitución, sus genes… Cuando yo terminé la carrera en el año 1944 no teníamos ningún tratamiento contra las enfermedades infecciosas. Solo teníamos aspirina y piramidón y a veces había que meter al enfermo bajo un baño de agua cuando tenía fiebre.

- ¿Qué retos le quedan a la Medicina?

- Que un médico tenga más tiempo para ver a un enfermo, porque en 10 minutos es imposible. Por eso no fui nunca Pediatra en la Seguridad Social, porque para ver a un niño se necesitan, en una primera visita, como mínimo 30 minutos, y yo veía que no podría ejercer la Medicina a mi gusto. Digo esto, pero el mayor avance de la Medicina ha sido la Seguridad Social, sin la cual poca gente podría acceder a los medicamentos.

- Desde que usted terminó su formación académica hasta hoy, ¿cuál ha sido la mayor invención en Medicina?

- Los antibióticos. Ya existían antes, en 1929, pero se generalizaron después de la guerra, porque, para desarrollarlos hubo que irse a Norteamérica. Hasta que terminó la Segunda Guerra Mundial no estuvieron en las farmacias. Los tenían los norteamericanos y los aliados, con los franceses e ingleses, y los soldados llevaban un botiquín donde había unos polvos que nadie sabía qué era, porque se trataba de un secreto de guerra y no querían que se enteraran los del bando contrario.

-¿Estamos menos preparados para la muerte que nuestros antepasados?

-Antes se aceptaba más la muerte. Cuando las mujeres se casaban tenían la mentalidad de que algunos hijos se les iban a morir. Recuerdo cuando se murió un hermano mío, que tendría siete años, y siempre oía a mi madre llorar por la escalera. (Se emociona).

-¿Por qué se hizo puericultor?

-Cuando acabé la carrera estuve un año en Beceite y después decidí hacerme pediatra. Me preparé a través de un curso durante dos o tres meses y me presenté a las oposiciones de ingreso. Después de aprobar y estar dos años en Madrid, volví a Alcañiz en 1946 para instalarme por mi cuenta. Algunos se sorprendieron de ver que venía un médico que iba a visitar niños, ya que, entonces, el médico generalista visitaba a todos los miembros de una misma familia, que pagaba la iguala anual. Después crearon el centro secundario de higiene rural y me nombraron Puericultor.

- Y después se formó en anestesiología.

-Cuando me especialicé en anestesiología fue porque veía las deficiencias que había en Alcañiz. Con frecuencia, veía que se presentaban hemorragias después del parto, de estómago y también a tuberculosos. En aquélla época, el Hospital ya dependía de la Diputación de Teruel y como no había anestesista me llamaban a mí para hacer las transfusiones. Yo veía que una operación era una tragedia con el sistema de anestesia que se empleaba y que la realizaba o una monja, o el practicante o el portero del Hospital. Decidí hacer un curso en la Fundación Marqués de Valdecilla en Santander, que era el summum de la Medicina en España. Impartieron el curso grandes especialistas que trajeron todos los materiales de fuera, incluso el gotero de plástico.

- Pero después usted no tenía todos esos medios cuando ejerció de anestesista en Alcañiz.

- Los medios eran escasos, pero entonces había un practicante de Zaragoza que era muy habilidoso, había visto un aparato automático de anestesia que tenían los americanos, así que adoptó su sistema. Construyó el instrumento para realizar las transfusiones, buscó una empresa que le hiciera los tubos que llevaban la boya en el interior y colocó dos medidores para el protóxido de nitrógeno y el oxígeno. Compramos este aparato y, aunque era totalmente manual, funcionaba igual y nos defendimos e introdujimos la técnica moderna de anestesia en Alcañiz.

- ¿Y todo esto lo hacía gratuitamente?

-Las anestesias las hacía totalmente gratis, y dispuesto a todas las horas del día y de la noche. Pero llegó un momento que pedí alguna gratificación de reconocimiento y me concedieron 3.000 pesetas anuales. Luego me subieron a 7.000 Y después me enteré que el anestesista de Teruel cobraba el doble que yo, cuando entonces hacían muchas menos operaciones allí que en Alcañiz.

- Hace sólo nueve años que ha dejado de ejercer la Medicina. ¿Tan gratificante es su profesión como para jubilarse 15 años después de lo normal?

- Sí. Al menos con mis clientes, que eran los chicos, yo estaba encantado, porque éstos casi nunca te hacen mala cara, son muy agradecidos. (Se ríe). Ahora, cuando salgo por los pueblos me encuentro a muchas personas que me dicen que yo les visitaba cuando eran pequeños, y eso te alegra.