La espiritualidad que se vislumbra (I)
Jesús Timoneda Monfil

Todos los indicios apuntan a que nos ha tocado vivir en una época donde se está produciendo un cambio de paradigma, o en otras palabras, una transformación de nuestra visión de la realidad, de nuestro marco de referencias o valores. Este cambio afecta a toda la sociedad, a toda la cultura.

Cuando hace poco que terminó el siglo XX y empieza el XXI, hay quienes piensan que se acaba un ciclo, que para unos cuantos es el final de todo, como si la vida pudiera interrumpirse así, de pronto. Para los que piensan que el mundo se acaba y para los que estamos convencidos que todo seguirá casi tal cual, sólo el tiempo dará la razón, pero en cualquier caso nadie va a venir a salvarnos. Sólo una actitud coherente ante la vida y ante quienes nos rodean puede darnos la pista para llegar hasta el interior de nosotros mismos, única vía de trascendencia hacia la salvación de la especie humana.

Hay quienes creen o piensan que los conceptos de Espiritualidad y Religiosidad están muy relacionados. Tanto es así que son usados con frecuencia como sinónimos, de una forma equívoca y arbitraria. Se puede ser muy religioso y nada espiritual y al contrario, se puede ser poco o nada religioso y si muy espiritual.

La Religiosidad es un sentimiento que, aún naciendo en nuestro interior, para expresarse debe estar relacionado con cultos, ritos, ceremonias, jerarquías, creencias, dogmas, etc., y con una vida ajustada a todos esos preceptos, costumbres y usos que, se cree proporcionan una vida superior aceptable por Dios, remitiendo la veracidad y autoridad de todo ello a las revelaciones efectuadas por determinados seres catalogados de divinos.

La Espiritualidad, por el contrario, puede percibirse desde dos puntos de vista: a) como el conjunto de las cualidades del espíritu, y b) como la forma en que se manifiestan esas cualidades propias del espíritu.

La Ciencia tiene desde ahora mucho más que ver con la espiritualidad que con la creencia o la fe. En este sentido, entiendo que la Espiritualidad no ha sido, es, ni será ajena a la verdadera ciencia.

Por nuestra cultura, nuestras costumbres, por la forma en que hemos sido educados, entendemos como ser humano espiritual, un ser humilde, de pocas palabras, servicial, cerrado, obediente, sumiso, que reza mucho y va con frecuencia a los servicios religiosos, que jamás discute o se violenta, etc. ¿no es así?

Sin embargo, según el concepto que más se acerca a la verdadera Espiritualidad, el ser espiritual aparece como un ser abierto, comunicativo, sincero, estudioso, librepensador, creativo, solidario, esencialmente optimista y alegre, ajeno por completo a ritos, dogmas, cultos, jerarquías, instituciones y nada, en fin, que pueda menoscabar su libertad de decisión, nada que pueda conducirlo, que sabe que él es el responsable de sus actos, que no puede culpar a otros de sus errores, que el progreso interior, que su evolución, depende sólo de sí mismo, de su amor hacia los demás, hacia sí mismo y hacia todo cuanto le rodea.