Charradicas
Miguel Ángel Royo Sorribas

Al cuarto año de representar la fiesta del Regreso del Comendador hemos visto menos adinerados entre la población; la gente parece más auténtica y de verdad sin tanto emperifollamiento ni tanto alto copete como hubo otros años. Nos hemos ido hasta 1703 y ahora el comendador es Fray Silverio Dolz y Español, al que podríamos bautizar como el llovedor, porque tiene el nombre del dueño de ese bar de Castellote y porque nos trajo precipitaciones.

Se demuestra por cuarta vez que se puede hacer fiesta sin toros y sin orquestas; la gente de todas las edades se disfraza y disfruta como niños durante un fin de semana; se vuelve a la infancia, pero a la de nuestros antepasados. Se rescatan oficios y productos perdidos, y volvemos a los tiempos puros en los que no había tanta contaminación anglosajona.

Lo que llegaron a gozar las de la hilada, Rosa, Matilde y Lucía, que se alistaron para irse a la guerra de Flandes.

Para el año que viene tendremos todos los ingredientes para formar el cuadro de la Rendición de Breda, porque los espadachines del Tercio Viejo de Cartagena se traerán las lanzas.

Sólo falló la megafonía; Juan Carlos, pon solución al año que viene.

Un aviso urgente de la organización para todos los que se llevaron de la cena la botellica de aguardiente a casa: tiene caducidad y si se toma después de un mes produce picores y vomitinas.

Las calles olían a carne asada, a espliego, a queso curado y a caballo. Los caballos estuvieron todo el tiempo paseando por las calles, poniendo un poco de peligro entre la multitud cuando tiraban coces, y poniendo su olor y sus restos por las calles; pero los restos no duran mucho, porque con tanta gente pateando la calle en un ratico las alpargatas miñoneras se habían llevado todo.

Al lunes siguiente te das cuenta de que andar con estas alpargatas cansa mucho, después de haber estado todo el fin de semana trillando sin parar por todo el pueblo.

Los de la calle Trascorrales están enfadados porque muchos dueños de perricos no conocen la educación para la ciudadanía y se los llevan a cagar allí y como no pasa casi nadie que las pise, las cacas permanecen; se cagan en la puerta de casa de Joaquín Mir y hasta en la entrada del convento. Si se le cambiara el nombre a la calle y se la nombrara calle del Comendador, quizá tendrían más respeto; mientras tanto, lleven bolsicas.

Averigüen en menos de tres segundos de dónde puede ser un concejal que declara que en su pueblo “salen mucho mejor los medievales que en el Mas, porque allí hay calles estrechas y paja por el suelo”; ya, uno, dos y tres; ¡Tiempo!

Hay que excusar a los alcorisanos que han sentido vergüenza ajena por los disparates que dijo este hombre. Que no se confundan épocas ni intenciones, que aquí se representa el Siglo de Oro y sólo tratamos de pasarlo bien sin rivalizar con nadie.