Celebraciones al calor del sol
Edurne Guevara

Dicen que la primavera/verano la sangre altera...puede que sea cierto, las largas horas de luz natural nos imprimen a todos un nuevo dinamismo, una nueva vitalidad y eso lo trasladamos directamente en la calle... gozamos más de ella y pasamos mucho más tiempo en corros, juegos, paseos y celebraciones de fiestas.

Aquí en el País de Cazarabet las largas horas de luz solar y la mejora de las temperaturas son el incentivo para la celebración de fiestas gozando de la calle. Retrocedamos unos días en el calendario para mostrar como ha funcionado el mayo, mes considerado como el emblemático en la primavera. En este mes Alcañiz celebró su muestra de teatro y danza, Alcorisa sus fiestas de primavera; La Ginebrosa, su tradicional fiesta de las cerezas. Después empiezan a llegar las fiestas mayores, más semanas culturales....País de Cazarabet vive en la calle antes de que lleguen temperaturas demasiado altas o un sol casi insufrible.

Hay muchas formas de disfrutar de estos días, nosotros en País de Cazarabet henos vivido unas cuantas que queremos compartir con vosotros. Sólo hace falta cerrar los ojos, abrirlos y dejarse llevar con la lectura.

Caminando disfrutando del Guadalope

Uno de los puntos de encuentro en Mas de las Matas es La Palanca. Desde aquí arrancamos en nuestra andada para remontar, poco a poco, el Guadalope hasta Abenfigo.

De momento nuestros pasos se dirigen para encontrar la primera pasarela de hormigón que cruza el Guadalope. Nos encontramos con una señalización que nos indica tres destinos diferentes: Aguaviva y Las Parras (por la masada del Juaco); y Jaganta y Abenfigo por la derecha siguiendo el trazo del río, aunque no lo vemos... de momento. Un poco más adelante, en un cruce, las marcas amarillas nos señalan el camino hacia Jaganta y Abenfigo, pero por arriba, buscando las canales. Nosotros vamos a buscar el mismo sino por la derecha. El camino es solitario, por allí sólo transitan los propietarios de las fincas y algún andarín o andarina que gusta de pasearse. El camino parece que termine cuando divisamos una caseta que parece un cobertizo. No hay que llegar a él. Justo frente a la entrada de una finca que tiene incrustado en el suelo un mármol, justo ahí nos adentramos, dibujando un camino en diagonal, en la chopera. En el vértice encontramos una bajada y continuamos el camino entre mucha vegetación, típica de un ambiente fluvial. No vemos al río, pero lo intuimos con fuerza con su sonido... entre sosegado y salvaje. Seguimos adelante, poco a poco nos vamos acercando al río...o él a nosotros... lo vemos desde lo alto o a la misma altura. Este tramo de paseo es de una gran belleza. Es una senda estrecha, un poco intrincada, pero magnífica... se aconseja caminar con silencio, ya que así disfrutamos de todo un coro de cantos de pájaros y pajarillos. Salimos de la senda. Hay un camino a la izquierda que irá a dar a las canales y uno más al frente, debemos seguir éste y no dejar al Guadalope. Llegamos, con pocos pasos, a otra pasarela de hormigón que facilita el cruce del Guadalope. Aquí sus aguas pasan de manera diferente, el cauce es más estrecho y como más salvaje. Seguimos adelante. El paisaje ha cambiado... un buitre vuela en círculos, como vigilante y expectante. Los pájaros cambian de sintonía....es como más ahuecada. A la derecha sigue el Guadalope y a lo alto, mirando a mi izquierda, se encuentran unas rocas desafiantes. Caminamos hasta dar con una casa que fue en su día una pequeña central eléctrica que traducía la fuerza del agua en luz en chispazo, capaz de que el TV funcione. En este punto, rodeando la casa, encontramos la pasarela de hierro y muy coloreada que cruzamos. Subimos por una pendiente, dejando una casa de campo a la derecha. Al llegar arriba hay una bifurcación de caminos, nosotros tenemos que dar por el de la izquierda...por aquí daremos con Abenfigo, un pueblo que merece una visita por sus calles que rinden un homenaje a la maceta y a la flor. Desde aquí, invirtiendo poco tiempo, damos con el camino, también con el Guadalope como protagonista que nos acompaña al azud, pero eso es otra historia.

La primera velada en la calle

Ya las temperaturas invitan a la calle, al corro en una acera tranquila o a la velada alrededor de una mesa con una toma que sacia la sed y, a la vez, el calor; pero lo mejor de las veladas y los corros son las conversaciones, la comunicación, las risas y, porqué no admitirlo, no pocas críticas ácidas, desvertebradas, ásperas y hasta crueles.

Con la prolongación de las horas de sol la gente suele apurarlas... las jornadas se hacen más largas y se cena, generalmente, más tarde... La televisión, de pronto, empieza a ser más aburrida de lo normal... el calor es fatigoso y se necesita la distracción de una leve brisa y de una temperatura más fresca. Sin lugar a dudas ya se está mejor en la calle que en la casa...el paso de la frontera que es la puerta y el portal, parece el paso por un termostato. Al salir a la calle se da un ligero paseo, ligero, pero intenso con la degustación del fresco. Los expertos en este arte saben que no es conveniente prolongar demasiado el camino, como no es conveniente realizarlo de forma rápida...uno se cansa y empieza a sudar. Mucho mejor es sentarse entorno a una mesa con un cucurucho que va desapareciendo, siempre, demasiado rápido bajo nuestra mirada voraz y nuestro gusto desafiante.

Se habla de política, de las insuficiencias del pueblo en cuestión, del fútbol que viene después del verano. Aquí no termina la velada en la calle, los vecinos están sentados en un corro., pronto son más los que se acogen a esta costumbre y el corro termina siendo una interesante ágora de conversaciones, recuerdos, costumbres añoradas, lamentos de un pueblo que ya no es el que conocieron....

Celestino, muy digno y con una dosis importante de orgullo, explica cómo era su jornada campesina, su mujer asiente y cuando pronuncia la última sílaba toma la palabra y cuenta sus labores en la casa, en el pequeño huerto de detrás, cuidando los animales.....haciendo la colada en los lavaderos que eran el lugar de reunión de las mujeres que se contaban las novedades más chismosas. Las horas pasan, entre el frescor de la noche, de manera muy rápida, pronto se hacen las mil y una noches y aunque no lo parezca hay que irse a la cama.... en País de Cazarabet todavía se puede dormir, aún con el estío más ardiente, pues las noches son apacibles con estos aires que dulcifican el calor...

El paseo nocturno

El paseo en Mas de las Matas en una noche apacible de estío nos lleva, sea por donde sea, casi de la mano por sus calles y por las afueras. Se va rápido si uno desea cansarse y más lentamente si lo que se pretende es una conversación con la compañía....Salimos por la zona del abrevador y nos dirigimos a La Coronilla, pasamos por al lado de las escuelas, las ladeamos y empezamos a sentir un frescor un poco especial... quizás aminoremos un poco la marcha para poder conversar, ya que nos espera un poco de pendiente prolongada.... a lo alto miramos el camino que baja hacia el Martinete y comentamos que un día quedaremos más pronto para poder hacerlo justo cuando cae la tarde. La Torre de Mas de las Matas está magnífica... allí iluminada, presencial...casi esperando una respuesta, un halago o un piropo...esbelta desafía a los desafiantes...

El muy vetusto cementerio nos contempla pasar, es un pequeño rincón de paz, aún disfrazado de parque. Un lugar apacible donde el silencio juega todos los días con el aire. Bajamos y vemos, pasando por la acequia, el agua como baja sigilosa, sin estruendos, de la manera más tranquila que sabe viajar. Aquí hay unos “huertecitos” muy bien cuidados, casi diría que mimados. Nos dirigimos, otra vez, hacia el abrevador. Vamos a subir para dar con la Casa de la Villa...sus arcos están muy bien iluminados, hay un aire de calidez, de pueblo con carácter y con pretensiones de ser acogedor. Nuestros pasos ignoran la calle Mayor y se dirigen hacia la plaza de la Iglesia, con su humilde, pero exquisita fuente, rodeada de moreras y de “charradicas” en las horas diurnas de abuelitos que recuerdan sus días mozos. La torre y la fachada de la Iglesia resaltan por su valor más allá de lo arquitectónico. Seguimos adelante pasamos por la plazoleta y nos encaminamos hacia el parque donde hay unos aparatos de gimnasia. Nos sentamos a contemplar a unos chavales haciendo todo tipo de malabarismos y posturas en los aparatos....ríen, que es el mejor de los ejercicios. Volvemos a reemprender la marcha, vamos a buscar la calle más ancha del Mas, la de la Constitución. La recorremos de abajo a arriba y después hacemos justo lo contrario con la calle Mayor, llegamos en un récord de pasos a la Plaza de San Juan, es una de los rincones que más me gustan del Mas. Viajamos, con nuestros pies, por un intríngulis de calles y callejuelas para terminar, de nuevo, frente al Centro Republicano y muy cerca del abrevador. Nos tomamos un respiro y nos disponemos a buscar el camino de vuelta por el atajo del Convento de las monjas...

Tormentas de verano

El verano sólo tiene un denominador común: sofocos y no poco sol, aunque la gente suele experimentar gozo con lo del tiempo alargado que se traduce con las luces solares que duran y duran como las famosas pilas que salen por la televisión.....pero el verano, con tanta calor y sus consecuencias, también ocasiona el fenómeno de las tormentas... a menudo con una violencia fuera de lo común.

Muchas veces ya se nota con el sol de la mañana, es doloroso si lo miras, está tapado por las grises nubes, pero igualmente es dañino y quiebra la sequedad, presentándonos a ese bochorno al que tanto deseamos alejar, incluso de nuestra memoria. El cielo ya está visiblemente medio tapado cuando nos sentamos a la mesa; hemos dejado el balcón entreabierto y apreciamos que una brisa que incita a la lluvia se acerca galopando de forma rápida. Salimos al balcón, miramos al cielo y sabemos con certeza que el “hombre del tiempo” se ha vuelto a equivocar. De repente, como un flash....pensamos que es el sol que lucha por salir entre las espesas nubes, pero nada de eso...un escalofriante ruido nos pone en cierta alerta. Cerramos las corrientes de aire y nos disponemos a ver las primeras gotas como sacuden el asfalto, el hormigón o levantan cortinas de polvo en los caminos...Cada vez caen de manera más rápida y más espesa....la cosa se anima y entonces empieza un importante concierto de relámpagos y truenos.... la lluvia es ya una cortina y la calle baja casi de ancho en ancho. Más rayos, más truenos y nos quedamos sin luz...aunque permanecemos hipnotizaos mirando la lluvia caer tras un fino cristal de balcón. Las tormentas, en verano, suelen ser rápidas, fuertes, abundantes, intensas...pero cortas. Bueno, ésta fue larga, tan larga que la mañana siguiente amaneció tímidamente fresca, pero clara como los mares del sur que nos relató Stevenson. Poco a poco subieron las temperaturas tenazmente, presentando argumentos para una nueva tormenta de verano.