La escuela de Dos Torres co-protagonista de un libro y una exposición
Edurne Guevara Zapata
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La escuela de Dos Torres de Mercader fue una de las elegidas por el Museo Pedagógico de Aragón (con sede en Huesca) para formar parte de una exposición itinerante que próximamente podrá verse en Mas de las Matas sobre escuelas abandonadas.

Un mapa mundi de los años 70 nos recuerda como eran las clases de Ciencias Sociales en aquella época.

Pero la escuela de Dos Torres de Mercader, con todos sus elementos, fue protagonista en un libro editado por el Museo Pedagógico de Aragón y por Prames. En este libro el capítulo protagonizado por la escuela de Dos Torres de Mercader ha sido coordinado y escrito por los autores masinos: Javier Díaz y Sussanna Anglés.

En la localidad de Dos Torres de Mercader hay acondicionada una aula escolar que nos remonta a años pretéritos de la enseñanza. Esta aula está abierta a todo aquel que se quiera acercar. Os animamos a ello, la visita a todos nos remonta a tiempos que olían a lápiz, a tintero, a tiza…La escuela se encuentra ubicada, hoy como ayer, en el primer piso de la Casa Consistorial porticada y con el típico trinquete. En la fachada del mismo, justo encima de la confluencia de los dos arcos se ubicaron el yugo y las flechas…ahora se encuentran tirados en una habitación del mismo caserío, mezclados entre el polvo y las telarañas que simbolizan el paso inexcusable del tiempo.

En los tiempos más pretéritos había dos clases: una para los niños y otra para las niñas. Después los niños y las niñas pasaron a habitar una misma habitación con los mismos antiguos pupitres que, muy posiblemente, habían sido utilizados por sus progenitores.

En nuestra visita, acompañados por Encarna Espada -el “alma mater” de la restauración- pudimos ver que los pupitres de madera seguían mirando a una pizarra pintada de un verde decaído, el borrador descansa, todavía hoy, cargado de polvo; las tizas están paradas…esperan la caricia entre los dedos de maestros y alumnos. El aula estaba acondicionada por elementos comunes a cualquier escuela: el mapa colgado en la pared, la foto del General Franco, la mesa presidencial para los maestros, la cruz debidamente ubicada encima de la pizarra…

El aula desde la ventana que daba a la plaza de Dos Torres.

El aula de Dos Torres es reducida, pero aún así es fría…nos cuenta Encarna Espada que antes se disponía de una estufa que calentaba a todos y a todo. Los padres eran los encargados, por turnos, de traer la leña y ésta se materializaba en forma de calor, encendiéndose la estufa gracias al puntual empeño de los alumnos, que le prendían fuego un rato antes de que entraran en clase el resto de compañeros. Esta tarea también se alternaba. Aquello que no se alternaba era la limpieza de las aulas, ésta se llevaba a cabo por las alumnas todos los sábados por la mañana.

En Dos Torres se incentivaba vivamente la lectura, así que se guardó un rincón para ello: una cálida alfombra en el suelo, una mesilla redonda, un par de sillas…esto formaba el rincón de lectura. Después, no faltaban, los típicos murales colgados de las paredes, un mueble-estantería con el globo terráqueo siempre presente.

Encarna se entusiasma enseñándolo todo y mira cada uno de estos rincones con una añoranza casi quebradiza. Se adentra en el aula con un aire transparente, hablamos del curso que debió empezar y que no empezó: “estuvimos medio curso sin clases, pasábamos muchas horas en la calle o acompañábamos a nuestros padres en las tareas del campo….recuerdo, vagamente, que un cura bajaba de un pueblo cercano unos dos días a la semana y nos daba clases…en Teruel me incorporé en febrero para cursar 5º de EGB”.

Los que lo pasaron peor fueron los padres que lucharon para que la escuela se mantuviese abierta y para no tener que ver como sus hijos e hijas marchaban a otro pueblo o a Teruel a una edad demasiado temprana, pero Encarna nos dice: “por mi parte, no me arrepiento en absoluto de haber ido a Teruel… Se nos atendió muy bien en aquella escuela hogar… había un gran equipo, tanto de profesores como de educadores. En un principio, en Teruel, también se nos hizo difícil, pero pronto pasó, enseguida haces amistad y como hay muchos más niños y niñas es mejor…puedes hacer más cosas, más amistades En clase la relación que manteníamos con los maestros era más cordial y es que éramos muchos menos alumnos, en Teruel era imposible tener la misma relación, tan intensa, pero allí aprendimos cosas distintas como la convivencia y el estar bajo unas normas…”. Levanta los ojos y mira por la ventana la plaza del pueblo….una plaza muy silenciosa y demasiado sosegada, sonríe y la nostalgia vuelve a sus ojos.”Lo malo de todo esto del cierre fue que en Dos Torres y en otros pequeños pueblos de Teruel se perdieron los juegos, las risas de sus niños y niñas por las calles. Cerrar las puertas de una escuela es condenar a que un pueblo entre en tristeza”.

En la restauración de la clase no falta ni el más mínimo detalle.

Padres, alumnos, escuela y…..faltan los maestros. La última maestra que ejerció el arte de la enseñanza en Dos Torres de Mercader fue Dña Paquita Pleite, una extremeña que proveniente de un pueblo, también pequeño, entendió cual era la idiosincrasia de este pueblo. “estuvo muy a gusto, estaba contenta y prueba de ello es que estuvo aquí tres años…los últimos tres años…

Nos preguntamos qué diferencias había entre su experiencia escolar en Dos Torres y en Teruel. “En el pueblo había más contacto entre el maestro y los padres, pero es lógico ya que Dos Torres es un pueblo pequeño y, unos y otros, se veían la mayoría de los días y podían hablar siempre que quisieran…estando en Teruel eso no se daba, pero seguía habiendo mucho contacto…los maestros, en Teruel, estaban muy encima de nosotros y en el hogar estábamos, a la vez, muy bien atendidos….”

De los compañeros de Encarna en el último curso 1973-74 no queda nadie de vecino en Dos Torres, la propia Encarna vive y trabaja en Castellote, dos hermanos Miguel Ángel y Rosa María viven en Mas de las Matas y así sucesivamente. Las distancias, a veces, sobretodo cuando se trata de niños de corta edad se convierten en un factor importante que condiciona el distanciamiento con el pueblo y con sus gentes, haciendo que éste sea el inicio de marchar a poblar otros rincones geográficos. “nosotros podíamos estar perfectamente sin venir a Dos Torres un mes y medio… sólo veníamos para los puentes. Eso sí, nuestros padres podían venir algunos días sueltos…”.

Nos gusta cómo recuerda Encarna aquellos años, nos interesamos, ahora, por las actividades fuera del aula “salíamos a dibujar, con el buen tiempo y otra actividad que recuerdo en el exterior es aprender a bailar jota, esto nos lo enseñó Dña Paquita… pero no recuerdo ni festivales de fin de curso, ni escenificaciones de belenes ,ni cosas especiales… en el recreo jugábamos mucho al fútbol, al típico “Churro”, al que creo que habrán jugado todos los niños, al escondite, a saltar con la cuerda y a un juego especial de escondite llamado los “Tres Navíos”… la verdad es que nos lo pasábamos muy bien…”.

Los maestros se hospedaban en diferentes casas de vecinos del pueblo, compartiendo mesa, mantel, charlas y palpando las preocupaciones, alegrías y tristeza de un pueblo, pequeño, que empezaba a dar síntomas de despoblación. Esta convivencia fortalecía los lazos con la familia, con el resto de vecinos…con el pueblo. No han sido pocos los vecinos que han vuelto sus pasos, en años sucesivos, a este pueblo de la comarca del Maestrazgo….una visita para revivir andanzas, recuerdos y aquellos años en los que la enseñanza era más próxima.

El aula restaurada y acondicionada es testimonio de lo que fue en tiempos pretéritos la escuela de Dos Torres.

Hablamos con la última maestra de Dos Torres que nos cuenta, muy amablemente, su experiencia: “vine asustadísima porque los que habían estado por estas tierras por la guerra, me explicaban que aquí hacía mucho frío y había pobreza… bueno, cuando iba por Toledo y por ahí: yo decía que ni tanta pobreza ni tanto frío… mira, hasta Navidad se estaba ideal, iba hasta sin abrigo, pero luego ya hacía más frío…”. Nos preguntamos qué recuerdo le queda después de aquel primer sentimiento asustadizo: “Yo recuerdo a Teruel con muchísimo cariño. Estuve muy bien en Dos Torres, tan sólo éramos 64 habitantes, contándome a mí. Y aquello era un espacio de paz y tranquilidad. Además con las dos maestras: la de Ladruñán y la de Las Cuevas… nos portábamos muy bien…”. Los alumnos la recuerdan a ella y ella recuerda a los alumnos: “Recuerdo que había muy pocos alumnos, unos ocho y se portaban muy bien, tenían sus diferencias…pero se portaban muy bien. Eran un grupo muy unido dentro y fuera de la escuela…ten en cuenta que o estaban juntos en el juego o no podían jugar…Académicamente no tenían problemas. En fin, eran muy majos. Después con los padres la relación era muy buena, además nos veíamos todos los días”.

Hablamos del adiós con Encarna “fue muy triste y muy difícil de llevar por parte, sobretodo, de nuestros padres… en un principio en Teruel también se nos hizo difícil, pero pronto pasó, enseguida haces amistad y como hay muchos más niños y niñas es mejor …puedes hacer más cosas, más amistades”.

Con el tiempo, el yugo y las flechas, se bajaron de la fachada, el aula pasó a ser bar y las mesas, muebles y pupitres pasaron a ser habitantes del polvo en el granero.

Encarna Espada, ya como alcaldesa de la pedanía de Dos Torres (dependiente de Castellote), aprovechó la tesitura para pedir que le ayudaran en la restauración de un aula que recordaría a la antigua aula de Dos Torres. “la verdad es que me daba mucha lástima ver los pupitres por el granero con el resto de material… todo lleno de polvo…decidí mirar de limpiarlo, adecentarlo y restaurar lo que era la antigua aula… la que conocí yo y guardaba en el recuerdo. El Ayuntamiento de Castellote pagó el material y yo me apañé con todo lo demás…”.