Está cayendo la tarde
con un rezumo de siesta,
una humedad perezosa
cuaja el ambiente de perlas.
Está muriendo la tarde
mientras la noche despierta,
remozando sus pupilas
en la escasa luz que aún queda.
Hay mil pájaros dormidos
en una profunda siesta
en las copas de los árboles
de la solitaria senda.
Hay murmullos y bullicio
de otras aves callejeras,
felices anunciadoras
de la noche que nos llega.
El ocaso se ha quebrado
en la torre de la iglesia
y los hilos de la luz
se han poblado de corcheas.
Brilla ya el primer lucero
prendido de la veleta,
espejismo de la noche
que sin quererlo me ciega.
Y mi alma ya embriagada
de tantas cosas tan bellas,
va alumbrando en su interior
este pequeño poema.
….
Y va creciendo el nocturno…
¡Cómo brillan las estrellas,
están de mí tan distantes
y yo las siento tan cerca…!