El regreso del Comendador

Evolución de la danza hasta el Siglo de Oro

Ana Lorenz

La danza siempre ha estado presente en nuestras vidas, es una forma de comunicarse y expresar los sentimientos del ser humano.

La historia ha influido sobremanera en el desarrollo de la danza, ya que ésta fue progresivamente desprendiéndose de su primigenio sentido ritual y religioso en beneficio de una funcionalidad lúdica y estética que derivó con el transcurrir de los siglos en dos formas sociales y culturales diferentes de concebir el espectáculo de la danza. Por un lado, su carácter de manifestación colectiva contribuyó a su consolidación como expresión festiva, popular y folclórica, mientras que sus valores estéticos y visuales favorecieron la aparición de una danza de carácter teatral.

La danza ha de valorarse, en todo caso, no sólo como resultado artístico de un discurrir histórico, de unas civilizaciones en evolución constante, con sus preocupaciones religiosas, sus costumbres, sus comportamientos sociales y sus ocios, sino también como el reflejo de la capacidad expresiva y cultural de cada pueblo...

La danza puede ser recreativa, ritual o artística y va más allá del propósito funcional de los movimientos utilizados en el trabajo y los deportes para expresar emociones, estados de ánimo o ideas. Puede contar una historia, servir a propósitos religiosos, políticos, económicos o sociales; o puede ser una experiencia agradable y excitante con un valor meramente estético.

Con el Renacimiento, la danza teatral, virtualmente extinguida en los siglos anteriores, renació pujante en los escenarios cortesanos y palaciegos. A partir del siglo XVI se inició la elaboración de tratados sobre el arte de la danza. El ideal estético de la época trascendió el ámbito de las cortes italianas en las que nació para extenderse por toda Europa...

Cada país, y más concretamente cada corte europea, fue creando sus formas peculiares de danza. Así, se establecieron el “Branle francés”, un baile de corro en el que podía participar todo el que llegaba, y el “Volta”, que gustaba sobremanera a Isabel I de Inglaterra, al tiempo que, según parece, escandalizaba a los clérigos de la corte. España puso de moda la “Pavana” y la “Zarabanda”, y asimismo fueron apareciendo y popularizándose la “Chacona” y el “Pasacalle”. Compositores geniales como Johann Sebastian Bach y Wolfgang Amadeus Mozart incorporaron a sus composiciones ritmos de danza, casi siempre tomados del folclor.

La danza y el baile en el Siglo de Oro español fueron unas prácticas habituales en ambientes populares y cortesanos. El baile en dicho siglo, además de un entretenimiento, era un ritual de fuerte carga social y por ello era practicado por todos los sectores sociales. Según los datos que se desprenden de los numerosos tratados destinados a esta finalidad. La danza en todas sus dimensiones se había convertido en una práctica totalmente codificada, de difícil ejecución, en algunos casos, y de una importancia social que quizá ahora no alcancemos a valorar en su justa medida.

El baile era el entretenimiento predilecto de los estratos sociales inferiores, al igual que la danza era para los privilegiados un elemento fundamental dentro de los protocolos que seguían las relaciones personales de la época. Tal es así, que en la mayoría de los casos la danza constituía un auténtico formulismo social al que se debía responder debidamente. Del mismo modo, fue una práctica con una naturaleza comunicativa de primer orden. Si en los ámbitos populares bailar era un entretenimiento diario, siempre había tiempo y espacio para “organizar una zarabanda”, en los saraos cortesanos y danzas formaron un binomio perfecto e insustituible.

Ahora bien, hay que realizar una precisión al respecto, pues la danza en los ambientes cortesanos no posee la misma naturaleza que en los populares. Algunos autores han intentado precisar estos conceptos procediendo a una distinción entre danza y baile, definiendo a las primera como danzas de cuentas y bailes de cascabel a los segundos. Sin ánimo de profundizar y entrar en detalles, ambos tipos de baile se distinguen tanto por las formas de representación como por los ambientes donde se ponían en práctica. El Diccionario de Autoridades de 1726 todavía diferencia danza de baile al señalar que “danza es baile serio en que a compás de instrumentos se mueve el cuerpo...”, mientras que del baile señala que es “hacer mudanzas con el cuerpo y con los pies y los brazos...”.

Danzas de corte:

Habitualmente eran danzas de pasos y mudanzas graves y lentas, propios de los escenarios donde se desarrollaba. La coreografía de estas danzas estaba perfectamente codificada en el caso castellano desde las primeras décadas del siglo XVI en el manuscrito conocido por el título Reglas de dançar conservado en la biblioteca del Palacio Real y para el siglo XVII en el tratado no menos importante debido a Juan de Esquivel Navarro: Discursos sobre el arte del dançado (Sevilla: 1642; Madrid: 1647?). En ambos se encuentra una amplia descripción de las piezas a danzar y especialmente de las coreografías que acompañan a cada pieza.

De entre los bailes cortesanos más habituales podemos destacar la Pavana, baile lento, de cuidados movimientos, y la gallarda o tourdión, ágiles y rápidos aunque conservando la impronta palaciega con la que fue concebida.

En cuanto a la gallarda, las fuentes indican que originalmente es un baile palaciego especialmente castellano. Teóricos de la época nos describen con todo lujo de detalles la forma de danzar una Gallarda a la manera de Castilla, en la que sólo se procedía al movimiento de pies:

“La reverencia ha de ser, grave el rostro, airoso el cuerpo, sin que desde el medio arriba se conozca el movimiento de la rodilla; los brazos descuidados, como ellos naturalmente cayeren; y siempre el oído atento al compás, señalar todas las cadencias sin efecto. ¡Bien! Habiendo acabado la reverencia el izquierdo pie adelante, pasear la sala, midiendo el cerco en su proporción, de cinco en cinco los pasos”.

El baile en los ambientes populares:

Eran los ambientes populares donde más cantidad y diversidad de bailes se gestaban. Tradicionalmente considerados como bailes de cascabel, se caracterizan fundamentalmente por su coreografía desenfadada, movimientos alocados y acompañamiento musical en el que la percusión está siempre presente. De entre los numerosos tipos de bailes y fusiones que surgen entre unos y otros podemos destacar las más habituales como: Canarios, Folías, Zarabandas, Villancicos, Polvicos, Gambetas, Pollo Viejo, Zambapalos, Guineos, y así hasta una veintena de bailes de características similares.

-Zarabanda: Suele atribuirse origen español, andaluza concretamente, y se identifica con la “Jácara” tanto por el compás ternario utilizado como por los pasos de bailes. Otras opiniones sitúan el origen parece en Il novo Ispano, es decir, en las Américas, y según se cree relacionado con el nombre de algún instrumento allí utilizado.

No se conoce ciertamente hasta finales del siglo XVI cuando alcaza un gran éxito tanto en España como en Italia. Las obras de Cervantes están repletas de referencias a este divertido y “desenfrenado y endemoniado son”, interpretado con guitarras y percusiones (castañetas o castañuelas).

Hacia 1583 se dictaba una ley prohibiendo aun su cantar o recitar una zarabanda bajo pena de doscientos azotes al margen de otros castigos corporales no menos degradantes como era pasar seis años condenado a galera, para el caso de los hombres, y destierro, para el de las mujeres. A través de diversos escritos nos llegan más referencias sobre este baile como, por ejemplo, las realizadas por el padre Mariana, quien hace una descripción del mismo señalando que:

Es baile alegre y lascivo porque se hace meneos descompuestos del cuerpo. Se trata de un baile y cantar tan lascivo en palabras, tan feo en los meneos, que basta para pegar fuego aun a las personas más honestas.

Transformaciones y adaptaciones de la danza en el siglo XVII:

Es una realidad admitida por la práctica totalidad de los estudiosos que la danza cortesana de los primeros años del siglo XVII estuvo fuertemente influenciada por bailes de origen popular. En este sentido, tenemos que señalar sin reparos la permeabilidad de las músicas de baile en general y del paso de formas conocidas de los ambientes populares a los cortesanos, en particular. Una de las danzas europeas más complejas en su ejecución era el minué o minuetto, de movimiento moderado y que constituye la representación del refinamiento cortesano del siglo XVIII. Después fue el vals la danza cortesana por excelencia, y con él se inició el paso de la danza en grupo al baile de parejas; grandes compositores como los Strauss contribuyeron a la popularización de esta danza.