Alimentos transgénicos

Jesús Timoneda Monfill

A partir del siglo XVII la ciencia pasa al servicio del poder, abandonando su propósito de sabiduría, de iluminación y liberación individual.

Es la época de Descartes y demás filósofos de su misma tesis, que si bien hicieron grandes aportaciones al pensamiento en general y a la filosofía en particular, también es cierto que acuñaron la idea según la cual la ciencia es la verdad, error que se perpetuó y que, en gran parte, continúa vigente. Es una visión mecanicista, materialista, cuyas consecuencias son negativas en muchos casos y pueden serlo mucho más si no ponemos coto, si no protestamos con todas nuestras fuerzas.

No se trata de oposición, de rechazo a la ciencia, nada de eso. De lo que se trata es de abandonar la parte negativa de esa filosofía mecanicista y materialista, que hace posible que la ciencia, en lugar de ponerse al servicio del ser humano, esté al lado del poder, del dinero y, por tanto, acabe oponiéndose y destruyendo a la Naturaleza y al propio ser humano.

Un ejemplo de lo dicho hasta ahora es la aparición en el mercado de los alimentos transgénicos, llamados así porque son el resultado de la mezcla de genes de especies distintas, sean vegetales o animales. Seguramente a largo plazo sea bueno conseguir vegetales y animales más sanos, más resistentes a las enfermedades,más perfectos en suma. No obstante¿estamos seguros del comportamiento de esos seres transgénicos en un ambiente determinado? ¿No alteramos de esta manera el equilibrio ecológico? ¿Ha transcurrido el tiempo suficiente para que la ciencia pueda establecer, comprobar, calibrar las consecuencias? Lo menos que podemos hacer es exigir una mejor legislación que nos proteja, y que se nos informe de manera exhaustiva y clara, por ejemplo, en el etiquetado de esos productos transgénicos, no sea que en lugar de alimentarnos nos envenenemos.

Tal vez se arguya que su afán es el de aumentar la producción de alimentos, dado el incremento de la población. Eso no es cierto. No hay carencia de alimentos, lo que ocurre es que falla la distribución. En la Unión Europea, por poner un ejemplo, hay excedentes y, por tanto, se ponen cuotas de producción, se frena la producción, y si se sobrepasa debe pagarse una sanción.

Que conste, una vez más, que estoy a favor de la ciencia, pero espero que se investigue con cautela, con ética y con el máximo respeto a la Naturaleza y a la vida en todas sus formas.