Dirigido a los jóvenes en alusión a los mayores
Jesús Cortés Serrano

Nuestros mayores ya no son como los de antes, hombres que a los 60 años se les veía consumidos. Con su boina, bastón, sus pantalones y chaqueta de pana negra campaban por los mismos lugares del pueblo que ahora nos movemos nosotros, y queda constancia de ellos en los recuerdos y numerosas fotografías que existen al respecto.

Actualmente, nuestros pueblos están llenos de mayores, pero de mayores de mucha más edad, -ya que los 60 años es una edad superada con creces en la actualidad-, de personas a los que debemos respeto y admiración, de personas que un día tuvieron menos años, tantos menos que muchos de ellos vivieron una guerra de la que tan sólo conocemos por lo que hemos leído y algunas veces oído de boca de los protagonistas de esta pequeña historia.

En cada uno de nuestros mayores hay una pequeña-gran historia, es la historia de su propia vida. ¿Quién no se ha preguntado al ver a una persona mayor, qué vida ha tenido?. Si no te lo has preguntado todavía estás a tiempo.

Ese anciano, con la cara curtida por mil arrugas producidas por el paso de los años y la exposición a la intemperie, - al sol, al viento y a la lluvia de nuestra tierra -, con la boina negra caída sobre una cabeza cubierta de canosos pelos, con el cuerpo enjuto, doblado y apoyado sobre un bastón de latonero fabricado en la mayoría de las veces por él mismo y del que sobresalen unas manos delgadas, nerviosas y curtidas en mil trabajos, y al que vemos en los días de invierno al sol en los raseres de nuestras calles o nuestras eras, es nuestro pasado.

A ese anciano le debemos un respeto, (las sociedades primitivas así lo hacían) y una admiración. ¿Te has preguntado cómo fue su infancia?....Seguro que corrió y jugó por las calles y campos por los que tú ahora te mueves, pero claro, en otras circunstancias, con unas calles sin asfaltar y llenas de carros con mulos y caballos atados a esas argollas que todavía perduran en numerosas paredes de nuestras casas, aunque sólo sea de adorno. Con unas calles llenas de gente con ropas de otra época, con unas calles animadas por los numerosos corros de mujeres de todas las edades que entre historia e historia sus manos no dejaban de moverse haciendo toquilla o ganchillo, con unas calles que tenían el pedigrí de lo antiguo y a las que les faltaba la luz cuando caía la noche………..

¿Y las casas, te has preguntado siquiera una vez cómo eran esas casas por las que se movía en un tiempo no tan lejano? Pues bien, puedes imaginártelas, nada que ver con las actuales. Por supuesto la calefacción se limitaba a una estufa o fuego en unas de las habitaciones de la casa, probablemente en la sala o comedor. A las habitaciones se les llamaba alcobas y se independizaban por medio de una cortina, también había un granero con gallinero y a ras de calle estaba la entrada que enlazaba con la cuadra en la que estaban las caballerías y que eran los “tractores” de entonces. Bajo tierra y para deleite de los jóvenes y mayores estaba la bodega que era donde casi en cada casa se fabricaba el vino de manera artesanal. Por supuesto que la TV brillaba por su ausencia y tener una radio ya era poseer un artículo de lujo. Desde luego que no había neveras, ni lavadoras, ni play-station, y en un principio ni siquiera electricidad y la gente tenía que alumbrarse con la lumbre de un candil o una vela….

Seguro que nuestro protagonista anónimo ni siquiera pisó la escuela o fue a ella muy poco ya que desde su más tierna infancia tuvo que ayudar en las tareas de la casa, en un principio cuidando de sus hermanos o dando de comer a los animales -burros, mulos, caballos…- que en la mayoría de casas había dada la condición de que nuestro pueblo era eminentemente agrícola. A medida que iba creciendo y su fuerza y responsabilidad aumentaba, los trabajos y horas de trabajo también, tal es así que cuando amanecía ya estaban en el campo hasta que anochecía y sólo tenían fiesta los domingos por la tarde. Resultaría impensable que un niño de 15 años de aquella época que les tocó vivir a nuestros mayores, realizase las mismas actividades que un niño de la misma edad en la actualidad…

También iban de fiesta, y su forma de disfrutar seguro que era diferente de la de ahora: no había peñas, pero había bodegas -y una en cada casa-, no había cubatas, pero había vino -y centenares de litros en cada casa-, no había bares, pero había cantinas -donde se bebía y merendaba-. Había baile, con canciones de la época que se podían bailar e incluso cantar y las jóvenes de entonces que también se pueden dar por identificadas en esta pequeña historia y que son nuestras abuelas y bisabuelas de ahora, eran tan guapas y agradables como lo son las jóvenes actuales.

El tiempo les ha ido pasando, se casaron -los más de ellos-, tuvieron hijos y nietos, emprendieron negocios, emigraron a otros lugares en busca de trabajo… Han tenido decepciones y alegrías, amigos y parientes se quedaron por el camino, unos a una edad temprana los dejaron sin avisar, otros a una edad en la que es normal no pasar, pero ellos siguieron adelante y ahí están, en esta época tan diferente de la de ellos, la época de la comunicación, de la Informática, de la Tecnología…

Y entre ocio y trabajo, penas y alegrías … nuestros protagonistas fueron creciendo y aún hoy día siguen recordando los viejos tiempos, esos tiempos que pasan y no vuelven, ese tren de la vida que va repleto de oportunidades y que si lo dejas pasar, rara vez vuelves a alcanzarlo, pero ¡qué diablos!, ¡cualquier tiempo pasado fue mejor!

Éste es mi pequeño homenaje a los mayores de nuestro pueblo ¡Respétalos!