Visita a la Cueva Cambriles, en Ladruñán
Eduardo Mir Coca

El pasado mes de junio, concretamente el fin de semana del 26 y 27, realizamos una excursión a la cueva de Cambriles, en Ladruñán, a ella invité a dos amigos míos escaladores de Valencia, Patricia y José.

Esta excursión se realizó a raíz de la petición que nos hizo el doctor Miguel Perdiguer, ya que tenía una especial ilusión en visitar la cueva por los acontecimientos que ocurrieron en ella durante la guerra civil. Al haber pasado su infancia en Santolea, algunas de las personas que allí estuvieron escondidas eran amigos y conocidos de él y de su hermano Manuel que también nos acompañó. Para mí esta excursión era especialmente emocionante debido a que había estado en otras ocasiones cuando era un crío, pero esta vez iba como guía organizador de la visita.

El sábado 26 a primera hora de la mañana, fuimos Patricia, José y yo a realizar las instalaciones de cuerdas necesarias para poder acceder a la cueva ya que está situada en un cinglo a unos 12 o13 metros de altura desde la base, que hay que superar escalando. Hasta esta base hay que realizar una aproximación en zig zag por la ladera ya que se tiene que salvar con una fuerte pendiente unos 150 metros de desnivel.

Al día siguiente, tras haber pasado la noche en el refugio de Jordi en el Higueral, nos encontramos a las 8:00 de la mañana con Miguel, Manuel y Joaquín al pie de la montaña e iniciamos la ascensión, íbamos realizando paradas para hacer fotos y disfrutar del precioso paisaje que se divisa a medida que se gana altura. Al llegar a la base de la pared, para reponer fuerzas, nos comimos nuestros respectivos bocadillos y descansamos un poco; luego Patricia, José y yo trepamos a la cueva para así poder asegurar la ascensión a ésta de nuestros amigos Miguel y Manuel.

Abajo, Joaquín los equipó con arneses, casco, guantes y rodilleras tras lo cual, con sorprendente tranquilidad y soltura, treparon por la pared ayudados por nosotros con el sistema de poleas y cuerdas de seguro instalado el día anterior. Una vez todos en la boca de la cueva estuvimos contemplando la espectacular panorámica que teníamos; desde allí se podía ver claramente el pantano de Santolea, las muelas y estrechos del río Guadalope, los buitres volando por encima y a nuestra misma altura..., pero lo verdaderamente espectacular está en el interior, pues a pesar de sus reducidas dimensiones allí estuvieron escondidas unas 32 personas durante varios meses al inicio de la guerra civil.

Tras acceder desde la boca por un estrechamiento a una pequeña galería, nos encontramos con los restos de los soportes de los posibles pisos o literas que se debieron ver obligados a improvisar para acomodar a tanta gente en un espacio tan reducido y que estaban hechas con maderos cruzados a lo ancho de un pequeño pozo o ensanchamiento de la galería. Por debajo de éstos se accede por una pequeña rampa de unos 4 o 5 metros al “ENTRESUELO” - así esta pintado en la pared - al final de ésta, en un rincón donde tienes que entrar agachado está la “AUDITORIA” con un “Nº 1” también pintado en la pared y la “BTCA” ¿ botica? ¿Biblioteca?. A la misma altura de las literas, tras subir un pequeño resalte a mano derecha, se encuentra el lugar donde realizaban fuego para cocinar y donde aun se pueden observar restos de leña quemada y las paredes fafumadas, a su izquierda un poco más escondida está la “BODEGA” y poco más adelante, a unos diez o doce metros se encuentra el “DPTO DE HIGIENE” con un depósito cuya pared exterior es de obra revestida de cemento y con una trampilla donde recogían y guardaban el agua para subsistir, y un poco más al fondo está el rincón donde realizaban sus necesidades, que curiosamente y en clave de humor lo denominaron el cien “Nº100” como claramente esta pintado en la pared. Cada departamento tiene su nombre escrito con pintura roja y también se observan algunas flechas, como en el caso de la botica, que te indican donde estaba situada. Íbamos observando todo con mucha tranquilidad ya que disponíamos de tiempo suficiente, deteniéndonos para observarlo todo y hacer alguna que otra foto. No apreciábamos como pasaba el tiempo debido a que lo que estábamos viendo era acompañado de las explicaciones que realizaban los hermanos Perdiguer de todas las vivencias y circunstancias que conocían de las personas y la época tan dura y trágica que vivieron los que allí se refugiaron. Se echó en falta la presencia del escritor José Giménez Corbatón que estaba invitado a la excursión y que está preparando un libro sobre esta cueva y los que en ella estuvieron refugiados.

Una vez recorrido todo y preparados par salir, en la boca Miguel bromeó conmigo y me comento que si algo hubiera salido mal se lo hubiera tomado como una especie de venganza, -la venganza del bebé-, ya que fue mi pediatra, al igual que seguramente de muchos de vosotros.

Tras las bromas comenzamos a descender por la pared y una vez en la base mientras recogíamos el material, Manuel y Miguel decidieron adelantarse para ir más tranquilos y poder elegir las zonas con menos pendiente para bajar, nosotros al rato les seguimos, todo iba perfectamente hasta que Joaquín tubo un pequeño resbalón y se torció el tobillo, lo que no impidió que acabáramos tranquilamente el día, tal como estaba previsto, comiendo el Las Cuevas de Cañart donde el tema de conversación siguió siendo la multitud de anécdotas y hechos que seguían recordando y contándonos nuestros entrañables acompañantes: ....el que la descubrió fue el abuelo de mi amigo Diego Folch,... que tardaron tres días en llegar a escondidas al lugar donde cruzaban el frente,... que el que les ayudaba a cruzar era un albañil de Hinojosa de Jarque...

Personalmente a pesar del pequeño percance que sufrió Joaquín, estoy muy contento porque todo salió perfecto y sobre la programación prevista, a la vez que estoy impresionado por los hermanos Perdiguer pues con su edad, 82 años Manuel y 86 años Miguel, tienen una gran vitalidad y están en una estupenda forma física, e incluso se permitieron el lujo de marcar el ritmo en algunos tramos de la ascensión. También aprendí y amplié muchos conocimientos de la época en la que tuvieron lugar las circunstancias descritas de la cueva.

Esto fue un auténtico encuentro generacional.