¿Fumar es un placer?
Andrés Mata

Es el comienzo de una canción que nuestra famosísima Sara Montiel popularizó hace ahora... muchos años. Antes de que aquel voluptuoso cigarrillo, con su boquilla decimonónica, fuera sustituido por el puro habano más apropiado para Fidel Castro que para ella.

Debo confesar que también yo soy un incorregible, impenitente, insufrible y antisocial fumador. Y lo soy, para mi vergüenza, desde mi pubertad.

También mi padre lo era y es más que probable que su ejemplo, su mal ejemplo, que todo hay que decirlo, influyese en mi decisión de adoptar tan nefasta adicción.

Rondaban los años 40 cuando mis amigos y yo, mi cuadrilla, “caímos en el vicio”. Fumábamos a escondidas, claro, todo aquello susceptible de ser interpretado como un cigarrillo. Los “gaticos” (simiente de avellano), la corteza de la vid, raíces de chopo, etc, etc.

Ni que decir tiene que todos aquellos sucedáneos, con todo y con ser francamente desagradables para nuestros sentidos del gusto y del olfato, no resultaban tan nocivos para nuestra salud como, más adelante, lo fue y es el tabaco.

El tabaco y el sexo

“En aquel tiempo”, como se relata en las lecturas de los evangelios, un personaje peculiar y poco común, apodado “El cojo de la tinta china” visitaba nuestro pueblo con relativa frecuencia.

Era el encargado de suministrar la tinta, plumillas y otros complementos a los “escribidores” en general y las escuelas en particular. También, en su oferta, incluía entre muchas otras cosas cigarrillos de anís y novelas eróticas realizadas con dibujos a pluma. No existían entonces, o al menos no llegaban a nuestras manos, la infinidad de revistas sobre este mismo tema que ahora proliferan por doquier. Nosotros, mis amigos y yo, las comprábamos por unos pocos céntimos y pasaban de mano en mano hasta su total destrucción.

Todavía recuerdo el título de una de ellas: MARGOT EN EL TOCADOR, que con sus sugerentes imágenes llenaban nuestra incipiente imaginación sobre tan escabroso tema.

Las referencias que nosotros teníamos sobre el sexo se limitaban a la experiencia personal que todos teníamos sobre el apareamiento de algunos animales como los perros, a los que perseguíamos y maltratábamos con saña, las gallinas y alguna otra especie animal que vivía en nuestro entorno.

Es posible que la conocida expresión “más p... que las gallinas”, que todavía se usa, tuviese su origen en aquellas vivencias.

Generalmente, el cigarrillo acompañaba a la lectura, lo cual me hace sospechar que la muy extendida costumbre del cigarrillo post-coito, tan en boga en muchas películas hasta ahora, tenía su origen en nuestros “entretenimientos juveniles”.

Es cierto y estoy de acuerdo con ello, que el tabaco mata o puede matar, como reza en la envoltura de algunas marcas de cigarrillos, pero lo malo es que lo hace lentamente y sólo en determinados casos o circunstancias tiene un efecto fulminante. El problema es saber cuándo te tocará a ti.

Ahora que el fumador... o fumadora, es considerado casi como proscrito por la sociedad, con toda la razón, por supuesto, no puedo ser yo, precisamente yo, quien contradiga la oportunidad de propagar estos mensajes aunque su efectividad no alcance a ser tan amplia como todos deseamos.

En resumen, fumar es un placer... relativo si no fuese acompañado, como tantas otras adicciones, de graves consecuencias para nosotros mismos y para nuestro entorno. Y el que avisa, con conocimiento de causa... no es traidor.

Sólo deseo y espero que la fuerza de voluntad, de la que yo no puedo alardear, os impida caer en la tentación de emprender un camino que, bajo ningún aspecto, puede beneficiar vuestra salud ni vuestra estimación personal.