Próxima generación (I)
Jesús Timoneda Monfil

Hace ya un tiempo el movimiento llamado Nueva Era, se convertía en un inmenso saco en el que cabía casi de todo. Dentro de ese movimiento positivo e integrador se mezclan gentes de buena fe, pero también vividores, explotadores de lo que «está de moda», que se aprovechan de ese afán de búsqueda de respuestas por parte del ser humano: instituciones que intentan vender «otra vez» la salvación, o bien proporcionar de nuevo el poder. Personas que en lugar de transmitir de manera altruista lo que han descubierto, venden sus conocimientos en pequeñas dosis para tenerles «cogidos» el mayor tiempo posible. Líderes carismáticos que vuelven a reproducir los esquemas del pasado. Productos que en lugar de ser un medio, se convierten en un fin.

Como decía un maestro: «Alrededor de cada castillo siempre se monta una feria». En fin, que el término Nueva Era, que aún se usa, se ha desprestigiado mucho a pesar del impulso positivo con que empezó.

Por todo lo anterior prefiero distanciarme y utilizar la expresión Próxima Generación, que se avecina y que entre todos estamos construyendo.

Somos lo que pensamos, lo que practicamos. De poco sirve acumular conocimientos si éstos los convertimos en datos, en elementos que no sabemos integrar. Tenemos la oportunidad de crecer, de dar un salto cualitativo en el largo proceso de la evolución, con nuestro propio esfuerzo, sin mediaciones externas, sin intermediarios. ¿No es cierto que apreciamos y valoramos más lo que conseguimos por nosotros mismos?

Es hora de caminar sin asideros, sin líderes que piensen por nosotros, que decidan por nosotros. Hemos de intentar sacudirnos, quitarnos de encima las «dependencias» que constriñen nuestra libertad, ya sea de instituciones de todo tipo, de líderes de todas clases, de ideologías, de drogas, etc., etc.

Debemos buscar la referencia en nosotros mismos, aprender a desarrollar todas nuestras potencialidades, que son muchas. Reconocer que lo que ahora pensamos o creemos, mañana puede cuestionarse y ponerse en entredicho. Se impone pues la autocrítica permanente. Buscar la síntesis y la reconciliación entre Oriente y Occidente.

No hay que excluir a nadie, todos aprendemos de todos. Cualquier decisión considerará el bien de todos por encima del particular, pero de verdad, sin demagogia, con transparencia en las intenciones. Intentar superar aquello que nos separa, como la raza y la religión, causa aún hoy de múltiples conflictos; acabar con las fronteras físicas y de todo tipo. Los astronautas dicen que no ven esas fronteras entre países, que el planeta se percibe como un todo, una unidad. La Unión Europea podría considerarse como la idea-embrión de la unidad compatible con la diversidad.

Soy consciente de las enormes dificultades que todo lo anterior comporta, pero pienso que es el camino a seguir, pues no olvidemos que muchas realidades de hoy hace poco tan solo eran sueños, quimeras, fantasías.