¿Perdemos memoria cuando envejecemos?
Marta Navarro Roche

A raíz del estudio sobre la Tercera Edad realizado por el Ayuntamiento y que salió publicado en el número anterior de El Masino, he querido prestar una atención especial a un aspecto concreto del mismo: la pérdida de memoria.

Hay que destacar, como ya señalamos entonces, que entre los mayores de Mas de las Matas, un 38,82 % de los encuestados declaró tener alguna dificultad de memoria, despistes u olvidos ocasionales así como pérdida de objetos.

¿Es cierto que a todos nos falla la memoria a medida que envejecemos? De acuerdo con las más recientes investigaciones en este campo, este concepto es erróneo. Los estudios sugieren que la pérdida de la memoria no es parte del proceso natural de envejecer, y que el mantener la mente activa es la clave para mantener un buen funcionamiento del cerebro. Quien no usa su memoria, la pierde. Estamos cambiando el viejo mito de que cuando envejecemos nos volvemos seniles. Estamos aprendiendo que la demencia y la pérdida de memoria comúnmente asociadas con la edad no son, de hecho, parte del proceso normal de envejecer.

¿Qué le está pasando a mi memoria?

¿Por qué no me acuerdo de algunas cosas?

Es sabido que una de las quejas más frecuentes en las personas de la tercera edad es la pérdida de memoria. Existe una idea muy extendida  relacionada con esta problemática, en el sentido de asociar los déficits de memoria con trastornos orgánicos, sobre todo demencias, y fundamentalmente la demencia tipo Alzheimer, hasta el punto de que hoy en día hay una gran sensibilización hacia este problema.

¿Por qué entonces algunas personas mayores, pero no todas, parecen experimentar pérdida de memoria? Varias enfermedades pueden tener efectos negativos sobre las células cerebrales, como las infecciones virales, problemas crónicos de insomnio, problemas de alcoholismo crónico y abuso de drogas y desórdenes del cerebro o del sistema nervioso (enfermedad de Parkinson),...

La demencia se caracteriza por un deterioro crónico de las funciones intelectuales. Se encuentra más comúnmente en las personas mayores y generalmente comienza con la pérdida de la memoria a corto y largo plazo, incapacidad para analizar a fondo los problemas y para realizar tareas sin instrucciones paso a paso. Otras manifestaciones iniciales pueden incluir confusión, irritabilidad y alteraciones de personalidad, así como las conductas paranoicas, inapropiadas o extrañas. Aparecen como rasgos asociados a la demencia: ansiedad, síntomas obsesivos, aislamiento social, trastornos del pensamiento y el juicio. La demencia era anteriormente distinguida de la senilidad, la cual se consideraba que afectaba a los mayores de 65 años; el término «demencia presenil,» o enfermedad de Alzheimer, estaba reservada para pacientes más jóvenes. Sin embargo, ahora se reconoce que los mismos síntomas aparecen en todas las víctimas de demencia independientemente de la edad.

Entre los encuestados en nuestro pueblo, un 0,93 % tiene algún tipo de trastorno mental. Este tipo de personas requieren una atención y un cuidado especiales: sus familiares son los que se ocupan de ellas.

La existencia de un familiar con demencia tiene un profundo impacto sobre la familia y la sociedad. Afecta a la calidad de vida del cuidador y produce fragilidad en el grupo familiar, tiene una importante repercusión económica y comporta una necesidad de servicios de soporte. Por ello, este tipo de problema de salud, que afecta de una manera especial a las actividades de la vida diaria y las relaciones interpersonales, requiere no sólo atención sanitaria, sino también cierto grado de compromiso social.

La mayor parte de los que sufren demencia tienen la enfermedad cerebral, degenerativa e irreversible conocida con el mal de Alzheimer. Estos individuos primero pierden la memoria reciente y funciones intelectuales más elevadas tales el pensamiento y el razonamiento abstracto., entonces desarrollan pérdidas de memoria más severas llevando a desorientación espacial y temporal. Pueden convertirse en emocionalmente inestables y deteriorarse física y mentalmente, finalmente perdiendo incluso la capacidad de hablar coherentemente.

Hay que destacar la cantidad de horas al día que los enfermos de Alzheimer requieren para su cuidado, así como la enorme presión psicológica a que los cuidadores están sometidos por la dureza de la enfermedad y por su dilatación en el tiempo (la media de vida de estos pacientes es de 10 a 15 años), hacen que más de la mitad de los cuidadores tengan que abandonar su puesto de trabajo. 

Podríamos seguir leyendo y hablando sobre estos temas porque la información de que se dispone en todos los medios es muy amplia. Aquí solamente he querido acercaros un poco más los problemas derivados de la pérdida de memoria y darnos cuenta de ello. Lo cierto es que está en nuestra sociedad y en nuestro pueblo.