"El regreso del Comendador" 

Relaciones del Ayuntamiento de Mas de las Matas con la Orden de San Juan de la Encomienda de Castellote 

Andrés Añón Serrano

Desde la caída de la orden del Temple en 1308, todas las posesiones que ésta tenía en la bailía de Castellote -que abarcaban el territorio de los actuales términos de Castellote, Cuevas de Cañart, Seno, Luco, Bordón, Las Parras, Santolea, Ladruñán, Dos Torres, Mas de las Matas, Aguaviva y La Ginebrosa – pasaron a la orden de san Juan de Jerusalén, también llamada del Hospital. A cargo de este amplio territorio estaba un comendador, que era nombrado por la asamblea general de la orden, presidida por el gran maestre, con sede en la isla de Malta. 

El comendador ejercía su posesión y dominio en todas las villas de su encomienda. La mayor parte de las tierras, tanto de labor como dehesas, pastos o bosques le pertenecían, así como todo tipo de hornos, azudes y molinos. 

La explotación de la tierra se realizaba mediante el treudo, una forma de propiedad compartida en la que el señor daba al campesino el derecho de explotación a perpetuidad, incluyendo la trasmisión por descendencia, el arrendamiento o la venta. A cambio el campesino pagaba una renta anual y reconocía el dominio directo del señor. 

Pero en Mas de las Matas la mayor parte de las tierras cultivadas eran propiedad del campesinado, debido a antiguas concesiones de los señoríos laicos en las cartas de población, y la orden poseía en treudo tres campos en la Serreta, uno en la Torre Blanca ( el Muro) y otro en la Foya. No obstante, a mediados del siglo XVII -época elegida para la evocación del próximo 25 de septiembre – el concejo de Mas de las Matas pagaba a los sanjuanistas 103 sueldos por el derecho de aguas, leñas, montes y hierbas, pago que se efectuaba el día de la festividad de san Juan Bautista. Además se entregaban cinco cahices de trigo por el derecho a hornaje el día de san Miguel, así como la mitad de la primicia de todos los frutos recogidos en el término. Y por Navidad los masinos obsequiaban al comendador con dos pares de capones y una arroba de orejones. 

Los molinos los tenía arrendados a vecinos del municipio, por el del Batán (molino trapero) cobraba 25 sueldos, y por el de Camarón (harinero) 106 cahices de trigo. Por supuesto la orden corría con los gastos de la reparación y ampliación de dichos molinos y casas anexas, así como de las azudes y acequias que los hacían funcionar, cosa que se venía realizando periódicamente. 

En épocas de precariedad los comendadores ejercieron de prestamistas, tanto para el concejo como para particulares. A lo largo de más de dos siglos de posesión fueron numerosos los comendadores que pasaron por Castellote, aunque muchos no llegaron a pisar nunca su encomienda, y también fueron numerosos los pleitos y disputas entre el señor y sus feudatarios, pero ese es tema para otra ocasión.