Charradicas
Miguel Ángel Royo Sorribas

El catastro de Teruel llamó al orden al pueblo entero para que arreglara la revolución de incongruencias que había por todo nuestro callejero. Por ejemplo, la calle Palanqueta, vista en el plano, parece más que una calle un árbol mal podado. Para solucionarlo se tenían que renombrar algunos de sus cinco ramales; la cuesta donde están los banquicos se ha bautizado, en un alarde de sabia nomenclatura aragonesista, económica y funcional, calle de los Banquicos. Tras semejante poda, el resto seguirá llamándose calle Palanqueta hasta el próximo requerimiento. Justo al lado, la bajada por el barranco hasta el camping de Benilde por el Reclamo se llama ya calle la Palanca.

Dice aquí Eloy Fernández Clemente en la página 16 que casi nadie sabe quiénes son los personajes que dan nombre a las calles y que no siempre fueron homenajeados con justicia. Hasta aquí nuestros tres nombres de calles descritos sólo son meros puntos de apoyo.

Se han adoptado más nombres agropecuarios para no defraudar a los que vengan a hacer turismo rural. Si nos parecía poco tener una calle de Trascorrales y otra calle de las Eras del medio, ahora el camino que va desde la casa del presidente de la cooperativa hasta la Mateva se llamará calle de la Acequia de los Patos, y la perpendicular con la calle nueva o avenida de la Constitución a la altura de los Mármoles y Granitos del Mas se llamará calle de la Trilladora. Enfrente de las Piscinas, la calle de debajo de los adosados nuevos ya se llama calle los Almendros, que calle las Almendreras no se han atrevido.

Yo le pondría una calle a José Giménez Corbatón, quien dijo una vez que su consigna personal es la de escribir sobre lo que sabe; es el autor de un sentido artículo en las páginas 14 y 15 de este número de EL MASINO, también escribió el prólogo del nuevo libro del GEMA La mirada detenida así como un libro precioso que os tenéis que leer todos titulado El fragor del agua. Porque sólo escribe de lo que realmente sabe está buscando información para escribir su próxima novela sobre la Caverna, la sociedad secreta que en plena Guerra Civil, desde abril de 1937 hasta septiembre del mismo año, mientras duró el mando republicano en nuestra zona, protegió a muchas personas de ideología conservadora en la Cueva Cambriles de Ladruñán.

Aunque parezca mentira, trato de seguir siempre la consigna de Giménez Corbatón. Con la mejor voluntad de agradaros colaborando en este boletín que nació modesto pero que se ha hecho grande, cuento noticias que han ocurrido en el Mas, nacimientos, fallecimientos, obras que se están haciendo, cosas que se cuentan relacionadas con el pueblo y que a mí me parecen curiosas o graciosas; a veces me tomo la licencia de contar barbaridades gordísimas inspiradas en lo que se oye por ahí, pero hay gente que igual se las cree, como el mes pasado cuando alguien se preguntaba si eran ciertos los maravillosos hallazgos encontrados en las obras de la calle Santa Lucía y San José.

Hay un proverbio italiano que dice “piensa mucho, habla poco, escribe menos”. Nunca lo he obedecido y por eso he comprobado que es un sabio consejo pero a los que nos gusta escribir es que no podemos parar.

Pensándolo bien, los nombres que le faltan a nuestro callejero son el de Avenida de EL MASINO y el del Callejón del GEMA, que se lo merecen ya después de estos veinticinco años.