¿Nos comunicamos? (I)
Jesús Timoneda Monfil

Es de todos conocido que vivimos en la época de las comunicaciones, mejor dicho, de los medios de comunicación, que no es lo mismo.

Los medios de comunicación son muchos: El correo tradicional, el correo electrónico, el teléfono, el fax, el telégrafo, la radio, la televisión, internet, etc.

A pesar de tantos medios ¿podemos afirmar con rotundidad que nos comunicamos? ¿No estaremos confundiendo comunicación con medios? ¿Con cuántas personas nos relacionamos de forma más o menos cercana? ¿Hablamos con nuestra familia, con nuestros amigos? ¿Nuestra conversación es de calidad? O sea ¿es tranquila, larga, amable, con ganas de expresar nuestros pensamientos y sentimientos, de escuchar con interés y ser escuchados, de desahogarnos, de compartir alegrías y penas en profundidad, no de manera superficial?

¿Está bien que en muchísimos hogares funcione el televisor mientras la familia come o cena, impidiendo así las ganas y la posibilidad de hablar? ¿O es que se enchufa precisamente porque no se desea hablar? Sé de un matrimonio que, cuando van a visitar a los padres de ella, apenas están unos minutos porque el televisor está funcionando sin parar. ¿No somos más importantes las personas que las cosas?

Comunicarse es intentar conocerse uno mismo a través de los demás. Es conocer y dejarse conocer. Es intentar comprenderse mutuamente. Hay quienes hablan mucho, pero como no escuchan no se comunican. Otros apenas hablan. Tal vez lo hagan porque no desean que los demás sepan cómo piensan o qué sienten, o porque creen que callar es lo correcto. Somos complejos y contradictorios, pues en el fondo supongo que todos anhelamos que nos comprendan.

En las discotecas, en los pubs, se procura entorpecer la comunicación con música muy alta, y favorecer el consumo de alcohol con aperitivos salados, así de paso, se fomenta el consumismo salvaje. Es desalentador también ver a muchos con los auriculares puestos aislándose e incomunicándose.

La comunicación queda relegada a una serie de normas y reglas que nada tienen que ver con el deseo de dejarse conocer y conocer a los demás. Muchos jóvenes tienen dificultades para expresar sus pensamientos y sentimientos. Ignoran lo bueno, positivo, agradable y relajante de una amable conversación.

¿Cuándo empezaremos a cambiar nuestros esquemas mentales?