Miedo a la libertad
Jesús Timoneda Monfil

El año pasado vi por televisión la película «Cadena perpetua». Un film, a mi juicio, interesante. Apenas, que yo recuerde, se pronunció la palabra LIBERTAD, no obstante estaba presente todo el tiempo. La película se desarrolla, sobre todo en una cárcel. Es evidente que se trata de un lugar donde a la gente se le priva de ser libre. Desafortunadamente ése es su fin primordial, cuando debería ser el de rehabilitación y reinserción en la sociedad.

El caso es que yo concluí que había un preso que discurría para evadirse de la prisión con el objetivo de recobrar la libertad, la cual consiguió de forma callada y en solitario, tras veinte años de lucha. Había otro recluso que no deseaba la libertad. Este último, tras pasar la mayor parte de su vida encerrado y, dada su avanzada edad, le es concedido el indulto. El hombre lo acepta muy mal. Tanto es así que está a punto de matar a un amigo, simplemente porque le había dado la enhorabuena, lo había felicitado. ¿Qué había ocurrido? Pues sencillamente «tenía miedo a la LIBERTAD», se había institucionalizado, es decir, allí dentro de la INSTITUCIÓN, con su vida llena de reglas, normas, leyes, obligaciones, era alguien a quien se respetaba, se sentía seguro, había una respuesta, una forma de actuar, para cada situación, no era necesario pensar demasiado, ni siquiera para ganarse el sustento. Este hombre, al poco de salir de la cárcel, no pudo adaptarse y se suicidó.

También hay personas que, sin estar en la cárcel, tienen miedo a la LIBERTAD o, al menos, no la ejercen. Es de suponer que estas personas se sienten inseguras, les asustan los cambios, las responsabilidades, y la toma de decisiones. Buscan asideros, apoyos donde agarrarse y, pueden ser, como el recluso: normas, reglas, leyes, tradiciones... las cuales les son facilitadas por las instituciones de toda índole: políticas, religiosas, económicas, educativas, etc....y, además, por las costumbres y por el «qué dirán». Cuanto más rígidas sean esas instituciones más seguros se sienten, puesto que si acaso tienen dudas, inquietudes o angustias, ellas (las instituciones) les darán respuestas para cada circunstancia, para cada problema. Estas personas hacen dejación de su derecho, abdican, renuncian, depositan en otros la toma de decisiones.

A pesar de todo, la vida fluye, los cambios continúan, nadie puede detenerlos, aunque a veces produzcan dolor porque trastocan nuestra escala de valores. Por lo tanto, de donde de verdad se aprende es de las experiencias, y éstas se producen ejerciendo nuestra capacidad de decisión, es decir nuestra LIBERTAD.