Que nadie se asuste cuando oiga hablar de la sociedad civil.
No es que nos vayamos a privatizar ni nada de eso. Por sociedad civil
entendemos el conjunto de formas de organizarse que los seres humanos tienen
para conseguir unos fines, las más de las veces, de carácter voluntario y no
lucrativo. Aquello que no es institucional, que es independiente de los poderes
públicos, de las administraciones y en general de la sociedad política. Y que
sin embargo juega un papel destacado atendiendo algunas necesidades y
aspiraciones colectivas que quedarían mal cubiertas o simplemente arrinconadas.
Ejemplos tenemos muchísimos. Fijaros si no cuantas
asociaciones y entidades existen de diverso carácter, ya sean locales,
sectoriales o para objetivos muy concretos. En muchas ocasiones se mide la
importancia de un tejido social por la capacidad que tiene para generar una
intrincada trama de entidades y colectivos que trabajan unas veces de forma
independiente y otras en coordinación o cooperación con organizaciones
similares. Todas ellas formadas por personas implicadas en la búsqueda del
interés común desde diferentes facetas y todas ellas necesarias.
La cultura y la defensa del patrimonio son los campos por
excelencia en los que afloran los modelos más significativos de estas fórmulas
de agrupación. Muchas personas sienten el estímulo de volcar una parte de su
actividad en favor de estos temas. A veces de manera individual pero otras
compartiendo metas asociados en un trabajo conjunto. El resultado de su acción
no es insignificante. Ni mucho menos. Pensemos en cual sería el panorama
cultural, por ejemplo en Aragón y en nuestros pueblos, si todo hubiera tenido
que venir de las instancias oficiales.
Mucha gente comparte en este momento la necesidad de que se
haga un reconocimiento público a este papel. Que se creen las condiciones para
que este esfuerzo siga realizándose pero de forma digna y acorde con los
tiempos. Que se priorice un apoyo concreto y claro para todo este caudal de
energía y de ilusión que nada entiende de prebendas y honores repartidos cada
cuatro años, máxime cuando estos colectivos perduran durante tanto tiempo pese
a tantas adversidades.
Esperamos largamente la hora de la sociedad civil y tenemos que empujar todos para que llegue.