"QUÉ DIREMOS DEL..."
 
Presentación en el Mas del libro "Qué diremos del... La Fiesta de San Antonio y la Mochiganga en Mas de las Matas"
Antonio Serrano Ferrer
 

Gracias a Dios que he llegado
ande había de llegar,
a darles los buenos días
a los vecinos del Mas.
 
Saludo al Ayuntamiento,
saludo a todo el publico,
saludo a la junta el Campo
y a san Antonio bendito.
 
Qué diremos del Pascual
que a Cuba quiere volver...

 

No, no sigo. El declamar esta tarde una mochiganga sería una profanación, como lo es el proclamar a los vientos las palabras apasionadas que se musitan al oído de la persona amada. Porque la mochiganga tiene su día, su momento y su ambiente y en otro contexto sería otra cosa distinta. Tiene que ser la mañana de san Antonio, después de la misa y la procesión.

Todavía los cuerpos no se han recuperado de la comida del día anterior, donde se han compartido buena comida, abundante bebida y amena conversación con los amigos de siempre. Donde tal vez por una conjunción astral la amistad se hace más cercana que nunca y se rememoran otros momentos y dolorosas ausencias. Y si al principio se habla de temas concretos, a la hora de la tarta y el café, el ingenio y la agudeza se apoderan de la reunión, avivando la locuacidad y la ocurrencia graciosa. Si tuviéramos que representar a un hombre feliz, tal vez lo encontraríamos en la sobremesa de esta comida, saboreando un puro y sonriendo maliciosamente, mientras va mirando al resto de los asistentes que también reflejan una sensación de bienestar.

Luego, en el bar, mientras toman un carajillo, la cuadrilla se une a la fiesta colectiva. Son los rostros conocidos de cada día. La cercanía de la Navidad, el miedo al frío y tal vez la comodidad hace que no vengan visitantes. Es la fiesta para los masinos del pueblo, para los que comparten ilusiones y problemas, penas y alegrías los 365 días del año.

¿Pero aún es posible que pueda comerse un bocadillo de anchoas? La comida ha sido algo más que abundante, pero es el momento de la merienda colectiva, idéntica a la de todos los años y donde cada grupo ocupa el lugar de siempre y tal vez se hable de los temas de siempre. La replaceta de san Roque se convierte en el patio de un internado a la hora de la merienda. Pero que más da el comer. Lo importante es estar allí, junto a los amigos, a los convecinos, sintiéndose masino con los otros masinos.

El calor de la hoguera te hace sentir el cansancio. Recuerdas tus años infantiles, cuando bailabas con la música del gaitero, tus tiempos mozos en el baile del salón de la cooperativa. Ahora ves otros niños y jóvenes que se lanzan espuma, y descubres que ya no estás para esos trotes, que deseas ardientemente tu cama donde el sueño te recupere físicamente.

La noche ha sido fría y ha puesto pinceladas blancas en los huertos. Luce un sol radiante. Notas que el día anterior te excediste en comer, beber, hablar y fumar. En la calle, de tiempo en tiempo, pasa una joven ataviada de baturra, convirtiendo el momento en una estampa del ayer ya lejano. Las campanas llenan al pueblo con sus sonidos metálicos, que se unen al pasodoble de siempre de la charanga de todos los años. El estampido de un cohete añade a la mañana su sonido festivo.

A la hora del sermón esbozas una sonrisa maliciosa pensando en que todos los años te cuentan la misma vida de san Antonio. Ya la conoces al detalle, al igual que la historia de Herodías y san Juan Bautista. Se nota que estos santos han tenido mucha literatura.

La procesión discurre lentamente. Cuando recibes el pan bendito eres consciente de que participas en un rito repetido durante siglos.

Y ha llegado la hora de la mochiganga. Unos breves momentos a los que asistes de pie y con un silencio casi religioso, roto tan sólo por las risas cuando las palabras se hacen chascarrillo. Desde lo alto van recitando las estrofas. Para ti, cualquier insinuación carece de secreto. Conoces los nombres y los hechos. Es un rito del que sólo participan los masinos. Para otros, muchos nombres, palabras y circunstancias son sonidos extraños que nada les dicen y que no llegan a comprender. Es el pueblo que rememora los últimos doce meses y se ríe de si mismo. Nada de recursos literarios, de vocabulario elitista, de estrofas complicadas. Es el habla cotidiana convertida en sencillo y popular romance. Es la conversación entre amigos sentados en la plaza una noche de verano que se hace humilde poesía para compartirla colectivamente.

Y lentamente van sonando los versos en esa entrañable plaza de la iglesia, sala de estar de nuestro pueblo, donde tantas veces nos juntamos los masinos para sentirnos vecinos y cercanos. Sabes que también tú puedes ser nombrado en la mochiganga, pero nunca te sentirás ofendido. Es tu aportación a la comunidad para que un año más se haga presente la mochiganga. Cuando los últimos versos proclaman el relativismo de que nada en este mundo es verdad ni es mentira, tal vez te sientes más masino y respondes sinceramente al viva Mas de las Matas.

Un año más se ha celebrado la ceremonia de confesarnos públicamente la comunidad y sonreírnos de nosotros mismos. De sentirse miembro de un grupo social que el siglo XXI conserva y valora con cariño una tradición nacida en otros tiempos diferentes, donde la escasa cultura de la mayoría aceptaba como algo extraordinario la sencillez de unos versos. Palabras proclamadas ante el pueblo y que el tiempo hace olvidar. Es algo efímero, que una vez contado, ya no es necesario conservar. Pero cada año, cuando llega san Antonio, a la salida de misa mayor, en Mas de las Matas se repite el rito de la mochiganga, algo tan profundamente unido a los masinos como el murmullo de la fuente de la plaza en las noches de verano, o el sonido de nuestras campanas, tan igual y diferente al de otras, o la silueta de la ermita de santa Flora. Por eso, en un mundo donde nada nos es extraño, hay cosas muy difíciles de explicar con palabras, que nos unen al paisaje, a las vidas, a la historia, a las ilusiones de nuestro pueblo; y sintiéndote ciudadano del mundo, donde saboreas la grandeza de las cosas pequeñas es en tus orígenes, en tu pueblo. Y nosotros en Mas de las Matas.


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