ENERO
Antonio Serrano Ferrer

Los escaparates se han llenado de juguetes. Los niños pasamos el tiempo observando una a una las estanterías. Hasta las cajas de Alpino son preciosas. Te gustaría tener muchos, todos: coches de hoja de lata, rompecabezas de cartón, arquitecturas de madera, escopetas que disparan corchos atados... Lamentablemente ya has descubierto quiénes son los Reyes Magos y te sientes mayor a los que aún creen en ellos. Escribes la carta pidiendo poco con la ilusión de que algo llegará. Y la noche de Reyes sientes la emoción de encontrar unos regalos. Junto a unas barritas de guirlache, alguna camiseta y unos juguetes, no falta el libro de la escuela. ¿Y cómo saben los Reyes que este año me han pasado a la enciclopedia?. El libro esta nuevo, precioso. Es tu libro. Lo hojeas, lees “Yo aprendí en el hogar en que se funda la dicha más perfecta...”. No entiendes lo que dice pero debe ser bonito porque lo pone tu libro.

Cuando volvemos a la escuela se planifica ya la fiesta de san Antonio. Por la tarde, en el poco tiempo que aún hay luz, todos vamos a las huertas en busca de carriza. Se ata un brazado con un fencejo y arrastrándolo se lleva a la plaza. Día a día el montón se hace mayor. Y la noche del 18 el fuego convierte la plaza en un gran santuario donde se repite el rito ancestral de las hogueras. El pueblo se llena de música, de caballerías engalanadas, de disfraces, de trajes regionales. En los bares el ron arde en fuentes llenando el ambiente de un olor dulzón. Son las fiestas de san Antonio. En los bajos de la Cooperativa suena la orquesta y bailan los mayores. En el local del bar se ha hecho un pasillo alrededor y allí damos los niños nuestros primeros pasos de baile. Tocan el gaitero y el tamborilero y nunca bailará el niño con mayor candidez y felicidad. Está siendo ya un mozo, piensa, mientras suena una vez más la música de “La niña de Puerto Rico”.