CHARRADICAS

Miguel Angel Royo

La probabilidad de encontrarte a alguien por las sendas de la huerta o por los caminos del monte masino ha bajado en un siglo tanto como la renta de los agricultores con respecto a los que no lo son. Hoy se puede perder un niño por el monte o un anciano cogiendo setas y pasar muchas horas hasta que alguien los vea, algo impensable hace treinta o cuarenta años, cuando muchas masadas estaban habitadas y continuamente había gran trejemaneje para ir y venir al campo.

Sin embargo, en fines de semana y fiestas de guardar, los tipos de gente que pueden encontrarse ahora son muy diferentes; excursionistas, cazadores, curiosos, paseadores, senderistas, ciclistas, motoristas, médicos o guardia civiles corriendo, forestales, jinetes a caballo, pescadores, deportistas (como los que convocaron el Antojo y la Luci en el I Raid del Maestrazgo, que fue un éxito, o como los que vendrán el día 13 de enero a correr en el cross de la Copa CAI en el circuito del Guadalope), conductores aprendices, conductores de rallys o conductores de todo terrenos cuatro por cuatro dieciséis, levantando buena polvarina. Pero agricultores, lo que se dice agricultores, cada vez se ven menos. Ahora con cuatro o cinco hombres con buena maquinaria se puede hacer más faena que antes todas las familias del pueblo juntas movilizadas por esos bancales, padeciendo de sol a sol.

Con cuatro vueltas por los caminos, en día de diario, alguien con ganas de alcahuetear enseguida puede tener el censo hecho controlando a todos colegas; el que se ha ido a labrar a la Escolana, el que está quemando capitanas en la Masada del Juaco o el que se ha marchado a coger olivas, el que se ha pasado el día podando o cogiendo espinaes. Eso hace años era imposible porque había mucha parroquia trabajando como para controlar a todos y había que circular a pata o en macho, que ahora con una cequince en un momento cualquiera se trilla de arriba abajo el término y en un momento puede dar parte en el cuartel si hace falta.

Los caminos de la huerta, que antes sólo valían para ir a trabajar a la huerta, ahora tienen diferentes funciones, desde adelgazantes hasta de simple esparcimiento. En la consulta médica se suele aconsejar contra el sobrepeso mucho ejercicio, y por eso cientos de paseadoras agarran todos los días disparadas por el camino del cámping, cruzando por el puente de la Palanca, del bracete o separadas, y se van a dar la vuelta al Martinete para volver por el camino de choperas, zarzales y barro, rodeando el río. Ese es precisamente el recorrido del circuito del Guadalope; allí se celebró en enero de este año nada menos que el Campeonato de Aragón; es un sitio precioso que si el barrizal de las sonregadas lo permite, mucha gente disfruta. Otras paseadoras cogen el camino de la Coronilla, dejando a la izquierda esa valla naranja tan curiosa que han hecho allí para encerrar burros en el barranco, y tiran por los pedregales de las Valles hasta llegar a la obra de la casa del Antonio Formento, el fisioterapeuta que va a vivir con su familia en el Martinete, en un lugar verdaderamente precioso rodeado de naturaleza, y desde allí se vuelven por la carretera. Otra gente agarra la variante y le da una vuelta en un periquete, y otros se suben a las ermitas para asegurarse de cual de las dos es la que está más ruinosa.

Caminando por caminos o carretera suele ir también mucha gente a la Feria de Aguaviva, si el tiempo lo permite, porque ya es costumbre de los últimos años que nieve. Este año nevó unos días antes, y ya decían algunos de poner un stand de estufas, pero al final hizo nueva regiradica y mejoró mucho el tiempo.