CADA PUEBLO, CON SU ESCUELA
Gonzalo Tena Gómez*
En el último septiembre, los
niños y niñas residentes en Allepuz, ya no iniciaron el curso en la escuela del
pueblo. La Consejería de Educación del Gobierno Aragonés había tomado la
decisión de cerrarla, al no alcanzar la ratio
la cantidad mínima de 6 alumnos, según la reglamentación vigente (efecto de
los recortes educativos). Los alumnos “supervivientes” han de ser trasladados
de lunes a viernes. En el recuerdo lejano quedan la escuela de chicas y la de
chicos con más de treinta en cada una. Para el presente curso escolar, la misma
suerte que los de Allepuz, sufrieron los de Mezquita
de Jarque, Orrios, Torrijas
y Crivillén. Para el curso anterior (2012-13), Palomar de Arroyo, Libros y
Loscos ya no abrieron sus respectivas escuelas, cuando, legalmente, todavía eran suficientes 5 alumnos para
mantener abierta una escuela unitaria rural.
Esta problemática, general en
todo el Aragón rural, incide mayormente en Teruel, como consecuencia de la
falta de natalidad propiciada por el envejecimiento y la disminución de la
población, y puede convertirse a su vez, en causa de de la pérdida de
habitantes de cada pueblo afectado.
Alberto Lorente, director del
Colegio Rural Agrupado de Azuara (Zaragoza), afirma que “el cierre de la
escuela suele ser la sentencia final para cualquier pueblo”, opinión compartida
por Pepe Polo, representante de la Federación de Enseñanza de CCOO en Teruel.
La Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Aragón (FAPAR), manifiesta
que el mantenimiento de la escuela rural “es imprescindible para vertebrar
Aragón” y solicita medidas de compensación positiva con la población del medio
rural. A esta solicitud se suma nuestro Colectivo Sollavientos
desde aquí y remite a la Ley 45/2007 para
el
desarrollo sostenible del medio
rural, que, en su artículo 28, apartado b) contiene referencias a la mejora
de las escuelas especialmente en los
municipios rurales de pequeño tamaño y a su
utilización para actividades culturales, educativas y sociales para el conjunto
de la población.
La cara amable de esta
situación la proporciona el caso de Lledó,
el de Noguera de Albarracín y el de Pancrudo, que han conseguido salvar sus escuelas in extremis. El Ayuntamiento de Lledó ofreció alquiler de vivienda barato y
posibilidad de obtener trabajo. Ha conseguido dos familias más con niños. La
llegada de otra familia con tres hijos pequeños a Pancrudo
ha proporcionado continuidad a su escuela (a este respecto, se puede constatar
una amplia demanda, vía internet, de parejas jóvenes para trabajar y establecer
su residencia en pueblos de Teruel). Por
su parte, el Ayuntamiento de Mezquita de Jarque ha
adquirido un vehículo para trasladar su alumnado a la vecina Cuevas de Almudén y percibirá el importe de las becas destinadas al
transporte escolar. La llegada de familias inmigrantes contribuye a paliar la
situación, es el caso de Hinojosa de Jarque, por ejemplo; aunque la crisis está frenando este
fenómeno.
En mayo de 2012 tuvieron lugar
las siguientes acciones reivindicativas
por la escuela rural turolense:
la “marea verde” en la capital,
el encierro del profesorado en el
Instituto de Albarracín y la marcha de
65 km del profesorado del C R A Somontano Bajo Aragón (Los Olmos), que finalizó
en Crivillén.
El mantenimiento de la escuela
en el propio pueblo supone la pervivencia de una comunicación más fácil de los
padres con la maestra o maestro y también posibilita la participación de las familias
en los proyectos educativos. ¿Cómo puede una criatura estudiar el propio pueblo
y su entorno y aprender a valorarlo, a amarlo y a actuar para mejorarlo, si se
educa en una población diferente a la de residencia? Cada escuela, con su pueblo.
Una sugerencia para con las
escuelas cerradas: por supuesto que volverlas a abrir, a una mala, para
impartir educación de adultos.
* Colectivo Sollavientos