Doña Pabla
Ella era mi madre
Isabel Alegre Espada

No se si en esta primera frase puede percibirse ya lo que quiero transmitir, el orgullo de hija, la satisfacción de haber tenido una madre con grandes valores, alguien y algo que me empujan a escribir.

Mi orgullo no viene de grandes cosas, ni porque ella hubiera sido nombrada “Hija predilecta o adoptiva” de mi queridísimo pueblo, Mas de las Matas, ni porque tenga la “Cruz del Mérito al Trabajo” sino por lo que ella fue, lo que emanaba de ella.

De su manera de ser en la Escuela, ya Miguel Ángel Royo Sorribas, creo que la “retrata” maravillosamente en la poesía que escribió para su jubilación, su ternura, dulzura, viveza, inteligencia, alegría y pasión por la Enseñanza. Luego, mi hermano Miguel ha añadido lo que pasaba cuando, en algún momento, ella no conseguía “desarmarnos”… Estoy de acuerdo con ella, un “meneico” con amor, puede hasta despertar a los “cebollones” ¡Hasta la Biblia lo defiende!

D. Fernando Alegre y Doña Pabla Espada

Fuera de la Escuela, ella fue una persona tan humana, tan cercana, tan sencilla, tan bella,…

Siempre estaba disponible para escuchar, comprender y sonreir a los demás. Siempre le costó vivir los enfados y las riñas entre compañeros, vecinos o amigos próximos. Era una mujer de paz.

También fue respetuosa con nuestro pensamiento y voluntad, aceptando nuestra libertad aún cuando le costara. Y esto lo viví en primera persona. En aquellos tiempos lejanos de mi juventud en los que “el país extranjero” estaba “muy lejos”, aceptó sin ninguna objeción que yo me fuera a África, y aún más, aceptó que me casara con un médico de allá. Ella era de mentalidad abierta para las cosas buenas.

La amistad es otra cosa que ella privilegió, la amistad de verdad, la del “tú a tú”, me explicaré.

Ella, mi madre, que daba clases hasta en verano y que “crió” a cuatro hijos sola, no tenía tiempo para pandillas, y sin embargo, yo cada día me sorprendo aún, desde hace mucho de la cantidad de personas que me decían o me dicen “yo soy o yo era MUY AMIGA de tu madre”.

Podría hablar y hablar; de su capacidad de trabajo (¡la de colchas que nos ha hecho después de jubilarse!), su perseverancia, su amor por los suyos…, bueno, hablaría demasiado y a ella no le gustaría porque era sencilla y humilde.

Ya voy acabando. Perdonen por este largo discurso los que, “a pesar de todo”, no le tenían simpatía, tampoco nadie somos perfectos, sólo Dios.

Ella, mi madre, se nos fue, pero yo no estoy triste porque creo en Dios. Yo se que mi madre no ha muerto, que está Viva y feliz en Presencia del Señor, sin las penosas limitaciones físicas de los últimos meses.

Ella, Dña Pabla, era mi madre.

Te quiero mamá ¡seguro que Dios te está “mimando” ahora!.

Se nos ha ido Doña Pabla
Miguel Alegre Espada

Siempre la tendremos presente en nuestro corazón, pero… se nos ha ido Doña Pabla.

Para nosotros, sus hijos y nietos, también era la maestra “Doña Pabla”, porque aparte de ser madre y abuela, también nos orientaba, corregía y ayudaba en nuestra vida. De la misma manera, para todo el mundo, era al mismo tiempo, maestra por su profesión y madre por su disposición permanente a ejercerla con cariño, comprensión, entereza y sentido positivo de las situaciones.

Cuántos de sus alumnos recordarán aquello de: “…Cebollón, más que cebollón…” cuando hacían algo mal, para a continuación añadir: “…Que me vas a sacar las canas verdes…” y te dejaba perplejo: no sabías si llorar por la reprimenda o reír por imaginarte su pelo verde… y sólo decías en voz baja: “Sí, Doña Pabla”, pero por dentro pensabas: “Lo que quiera, Doña Pabla, con tal de no ponerle el pelo verde…”

Doña Pabla con todos sus nietos.

Eran las “cosas de Doña Pabla”, como cuando al volver de alguna excursión a la Vega y acercarse al pueblo, con las chicas cansadas de tanto trotar, las animaba diciendo: “¡Venga chicas, a cantar, que vean que gozamos!”.

Siempre decía que el tiempo es oro y que quien lo pierde, pierde un tesoro. Se lleva un enorme tesoro, ya que en sus 95 años no ha habido instante en el que no recibiera cariño de todos los que la conocieron.

En fin, se nos ha ido, y para recordarla con su típico optimismo, me viene a la memoria otra de sus respuestas cuando le decían que alguien había muerto. Decía: “¡Pobrecico, que descanse en paz… y que nos espere muchos años!.

Eso mismo podríamos decir, recordándola con cariño, deseando su descanso eterno, y desearos a todos que su recuerdo os de siempre ánimos para seguir adelante en la vida con alegría y optimismo todo el tiempo que Dios quiera.

Gracias a todos por todo lo que la habéis querido y lo que vivirá en vuestro recuerdo.

Por sus hijos y nietos,

Doña Pabla
Miguel Ángel Royo Sorribas con 13 años (1981)

A Doña Pabla muy nuestra

se lo voy a dedicar,

porque esta tenaz maestra

pronto se va a jubilar.

Con siete años aprendimos

el catecismo y la tabla

y ahora con trece decimos

añoramos Doña Pabla.

Con ella supe sumar

su ternura con su mundo

estudiar era jugar

en el curso de segundo.

Nos regalaba postales

y nos contaba mil cuentos

que nosotros los chavales

oíamos muy atentos.

Unos meses muy bonicos

Doña Pabla me recuerda,

jugaba al balón con chicos

y con chicas a la cuerda.

Muy devota y muy cristiana

nos enseñaba oraciones,

y una vez a la semana

hacíamos excursiones.

Con una letra envidiable

nos escribía canciones,

Doña Pabla es admirable

entre cien generaciones.

En mayo primaveral

a la Virgen y a las flores

cantábamos en coral

como tiernos ruiseñores.

Paz, ternura, habilidad,

alegría, amor, viveza,

finura, felicidad,

sabiduría y destreza.

Su rostro por sí solo habla

y va derramando paz

la maestra Doña Pabla,

una maestra tenaz.

Adiós a Doña Pabla
Angelines Mir Virgós

El pasado día 7 de junio falleció en su pueblo natal de Alcorisa y rodeada de todos los suyos, Doña Pabla.

Fuimos a despedirla muchas personas y entre Alcorisa y el Mas la iglesia estaba llena. A muchas antiguas alumnas se nos arrasaron las lágrimas cuando D.Alfonso entonó el “Venid y vamos todos” que tantas veces con ella lo habíamos cantado en la escuela durante todo el mes de mayo.

Voy a contaros a grandes rasgos en este pequeño escrito, porque habría mucho que escribir, la historia de una gran maestra, gran mujer y gran trabajadora.

Doña Pabla rodeada de alumnas haciendo labor.

Nació en Alcorisa hace muchos años, se hizo maestra nacional y ejerció la profesión en nuestro pueblo de Mas de las Matas también hace muchos años. Su vida la dedicó además de cuidar a sus cuatro hijos, de los cuales estaba muy orgullosa, a la enseñanza con gran profesionalidad. Tres generaciones de mujeres fueron con ella, abuelas, madres e hijas, y en los últimos años chicos y chicas porque las aulas eran mixtas. Todos los que tuvimos la suerte de ir con ella a la escuela le hemos procesado siempre a lo largo de los años mucho cariño, que recibió también de todos los compañeros maestros.

Yo tuve la suerte de ir con ella hasta los doce años que me fui a Madrid, y nunca se me olvidará que al llegar, las monjas me preguntaron que de que colegio venía, yo contesté que del de Doña Pabla, contestaron -buena escuela- porque según ellas vieron lo adelantada que iba en todas las asignaturas, ella hubiera querido que yo estudiara una carrera, me lo decía siempre cuando yo venía de Madrid y nos veíamos en el Mas.

Tengo que decir también y creo que muchas mujeres del Mas lo recordarán, que además de enseñar en la escuela, dirigía todo el ajuar de las que se iban a casar, y ayudaba a cualquiera que le pedía que le dirigiera una labor.

Creo que con ella se nos ha ido a todos un poco de los recuerdos de la niñez.

Sirva este escrito como homenaje bien merecido a esta gran mujer que siempre en la escuela nos recalcaba lo mismo: “el tiempo es oro y el que lo pierde, pierde un tesoro”.

¡Descanse en paz.!