Tribulaciones de un herniado
Manuel Sisqués Daniel

¿Qué hay?

Convaleciente, paso horas tumbado en la terraza de mi maña casa. El vuelo enlutado de los vencejos, tan afilado como el de las elegantes golondrinas. Años gaseando caravanas de hormigas, y ahora descubro su nido. Fijo la mirada en la luna de media tarde y percibo el movimiento relativo entre planetas. La vida es bella, pero releyendo “Cien años de soledad” el desaparecido Macondo deriva mis pensamientos a el Mas, que muere. Trasmito mis reflexiones tras leer en el anterior masino las insulsas propuestas de los cabecillas.

A los políticos profesionales de Madrid y Zaragoza les importa un huevo lo que pasa en pueblos como el nuestro. Ellos rebuznan por pueblos y ciudades grandes, donde sucar en el caldo de la corrupción es más gustoso. Llevan décadas riéndose de nosotros, y seguimos entrando en su juego, defendiendo, atribuyendo méritos y representado sus siglas en la política local.

Para comenzar, deberíamos cambiar la forma de constituir nuestro ayuntamiento. Los alistados, que entiendo quieren estar, tendrían que formar un equipo de trabajo con dos objetivos; seleccionar a las personas más capaces y definir un plan estratégico municipal. Los elegidos serían los encargados de desarrollar el plan.

El perfil de un concejal. Primero, una persona dispuesta, que quiera ser, que ame el Mas, con capacidad de gestión, de trabajo y que no tenga ambiciones políticas más allá de la cuesta del Caballo y del pantano de Calanda.

Quedaría pasar el trámite de las elecciones. Habría que establecer otra lista “fantasma” y ponerse de acuerdo para que salga la consensuada, independiente. El día en que toca constituir el ayuntamiento, éste se alinea con el partido que reparta el dinero desde la DGA. Así también nos reímos nosotros, hay pueblos que ya lo hacen.

El plan estratégico se desarrollaría orientado a un objetivo, resumido en una frase. Un objetivo perdurable en el tiempo y con parámetros cualitativos y cuantitativos. Se me ocurre; “conseguir el modelo de pirámide poblacional equilibrado, en un escenario económico que la sostenga y donde se aprecie el bienestar en la población”. Toma ya, casi nada lo que me he bebido. Este objetivo nos lo tendríamos que tatuar en la frente.

La parte cuantitativa, medible y revisable en el tiempo, es la pirámide de población y su escenario económico. Actualmente lo que tenemos es el pubis de la Bernarda, y las acciones tendrían que dirigirse a corregirlo, pues es lo que garantiza nuestra existencia como pueblo. Lo cualitativo es el bienestar, aspecto más subjetivo en su evaluación, pero existen parámetros para su control.

Para conseguir objetivos hay que definir estrategias a corto, medio y largo plazo dirigidas a su logro. Estas no coincidirían con los ciclos políticos, por eso sería necesario el consenso, para que este plan tenga continuidad no menos de 25 años. El ayuntamiento podría cambiar, pero el objetivo no.

Las estrategias generarían acciones que deberían centrarse en la modificación del escenario económico, que en definitiva es lo que fija la población y asegura el bienestar. Para su definición son muy útiles los análisis de los puntos fuertes, débiles, amenazas y oportunidades de nuestro entorno.

Hasta el diputado más tonto del Congreso, dándose una vuelta por el cerro de Santa Bárbara, percibiría que la ubicación de el Mas no es aleatoria. Los primeros masinos eran finos economistas y fundaron el pueblo en un “menaje a troi” entre la huerta y el monte. Más cercano a la primera por requerir mayor atención y así optimizar recursos. Los masinos eran la hostia de listos. La ubicación nos define como pueblo agrícola, aunque si dicho diputado resulta ser murciano nos demandaría, con nuestra yerma huerta y húmedo monte. Me avergüenza ver el estado de la huerta y urge su concentración o el trasvase del agua desde el azud a Murcia. Decid a sus propietarios que ahora no tienen nada, y eso es lo que heredarán sus hijos si no dan valor a la tierra, nada. Una estrategia podría ser el desarrollo del sector primario, de donde derivarían numerosas acciones.

Decir que no he inventado nada, he trasladado métodos de gestión de las empresas a un ayuntamiento, eliminando la política, que despilfarra esfuerzos en sus irracionales enfrentamientos. Si tiramos todos de un carro, soy Carrero, en diferentes sentidos, el carro no avanzará. Empujemos todos en la misma dirección y olvidémonos de las chorradas partidistas, que no aportan nada.

A estas horas ya debe estar constituido el nuevo Ayuntamiento. Aquí va mi amenaza, sino veo cambios en el sentido indicado me borraré de masino, no puedo seguir participando en el hundimiento de este barco, aunque no sepa donde enrolarme. Quizás en Berlín.