El valor de la amistad
Andrés Mata Capablo

La índole de mi actividad laboral me ha permitido, a lo largo de los años, conocer y tratar a varios miles de personas relacionadas, directa e indirectamente, con esa actividad.

Gracias a ello , también, he tenido la oportunidad de conocer y visitar las 59 provincias, incluidas sus islas, que componen nuestra España. Esa España que yo admiro y que, en estos momentos, parece abocada a convertirse en “nación de naciones”, un termino que no comparto.

En estas circunstancias no es de extrañar que, aparte de mis relaciones laborales, hayan surgido en algunos casos otros tipos de relación y de amistad que, pese al tiempo y la distancia, intento mantener a toda costa.

Sin embargo, mi concepto de la amistad, que nada tiene que ver con los lazos familiares, ya que estos se dan por descontado, se refiere de un modo particular a mis amistades de la infancia, adolescencia y juventud.

Esa fue la razón por la que este verano en época de vacaciones, propuse a mis “amigos de siempre”, los de mi “cuadrilla” celebrar una cena a la que, como es lógico, asistieron también nuestras respectivas esposas.

Fue para todos una noche inolvidable que, de común acuerdo, nos propusimos repetir en futuras ocasiones si las circunstancias personales lo permiten. Tuvimos, como era lógico esperar, momentos de tristeza al recordar a los ausentes, unos porque ya nunca estarán con nosotros y otros porque esas circunstancias aludidas les impedía hacerlo. Algunos aportaron viejas fotografías de épocas pasadas que nos hicieron recordar y revivir momentos felices y no tan felices que formaron parte de nuestras vidas.

Y, una vez mas, comprobamos que como dice una vieja canción “El amor y la amistad ni se compra ni se vende” y que dichoso aquel que consigue mantener ambas cosas hasta el fin de sus días.

Como era de esperar no faltaron alusiones a nuestras travesuras, algunas algo subidas de tono, como apedrear puertas, asaltar pajares en busca de trapos y suelas de alpargatas que cambiábamos por naranjas, “visitar” huertos ajenos en búsqueda de las frutas más tempranas, los primeros cigarrillos hurtados a nuestros padres, que fumábamos a escondidas tras las tapias del cementerio viejo, y otras que prefiero no mencionar para no dar pistas a nuestros nietos. Debo añadir que, por aquel tiempo, nuestro líder natural por edad, saber y gobierno era Raúl quien, entre otras iniciativas, se encargaba de asignar a cada uno de nosotros la “novia” que nos correspondía, reservando para él, como es natural la mas agraciada de todas las aspirantes. Todos acatábamos sus decisiones, aunque no siempre, como fue mi caso, estuviésemos de acuerdo con ellas.

También hubo regalos para todos y hubo, sobretodo, un clima de alegría, amistad y felicidad que por supuesto esperamos volver a disfrutar.

Gracias amigos, Antonio, Miguel, Irineo, Joaquín y Avelino y nuestras adorables esposas por habernos deparado un momento tan feliz y...hasta siempre.

Posdata:

Andando el tiempo, muchos años después, mi circulo de amistades se ha ampliado y, bien por motivos familiares, de vecindad o de simple afecto de simpatía, tengo una nueva “cuadrilla” que, como aquella, satisface plenamente mis deseos de amistad desinteresada.

Pero de ella, os hablaré en otra ocasión si alguien muestra el más mínimo deseo de conocerla.