ENTREVISTA A MANUEL MATA PERDIGUER  

"Ahora la gente se queja, pero no saben lo que es la pobreza"

Maribel Sancho - Entrevista publicada en EL DIARIO DE TERUEL, el pasado 2 de mayo

Manuel Mata Perdiguer ha tenido siempre una gran imaginación y un don innato para esculpir la madera. Ha hecho bastones con todo tipo de decoración y también figuras de animales o de juegos tradicionales. Algunos bastones los ha vendido, pero la mayoría se los ha regalado a sus amigos.

Manuel Mata Perdiguer posa junto a su mujer María Teresa, recientemente fallecida, delante de unos bastones hechos por él.- ¿Cómo aprendió a fabricar bastones?

- Aprendí con un señor de Teruel, que nos lo enseñaba con una empuñadura y un mango de escoba. Después, empecé a discurrir y a hacer diferentes formas en maderas de roble, de olivos... Cuando limpian los árboles, salgo a buscar las varas más rectas y los laboreo con mis herramientas.

- ¿Cuánto tarda en hacer un bastón?

- Suele costar unas ocho horas. Antes lo hacía a ratos, pero en los últimos años tenía más tiempo para dedicarme y además de bastones también he hecho figuras de pájaros, de gente jugando a la petanca. He hecho más de 200, pero he regalado muchísimos. También he hecho sombreros del nervio de la caña marina, y lo aprendí a hacer solo.

- Es decir, que usted es un manitas.

- De pequeñito ya me lo decían mis compañeros. Siempre me las arreglaba para hacer algo, cuños con los corchos de las botellas... Me salían las cosas así, pero no tuve tampoco muchas oportunidades, porque a los once años ya me tocó salir de la escuela y dedicarme al campo, porque a mi hermano y a mi padre, en el año 1933, los encerraron en la cárcel.

- ¿Y cómo se las apañó tan pequeño?

- Cuando tenía que cargar los trastos al caballo tenía que meter el carro en un hondo para echarlo todo, y cuando iba a buscar leña me la tenía que cargar el padre de un amigo mío.

- Ha habido muchos cambios desde entonces a hoy.

- No tiene nada que ver. Ahora se queja la gente y no saben lo que es la pobreza. Aquellos eran tiempos muy malos: una sardina para dos. No había dinero para comprar nada y teníamos que repartirlo todo. Después de la guerra, nos marchamos a Valencia y por un viaje de leña nos daban 100 pesetas y un pan con el que teníamos para dos días.

- Lo tienen mejor los jóvenes de hoy que ustedes.

- Cuando nosotros eramos jóvenes nos íbamos a bailar y con la entrada de uno pasábamos dos. Primero bailaba uno y al cabo de un rato salía y le pasaba la entrada a otro. A los jóvenes les falta mucha experiencia, van embalados por las carreteras, y no hace falta correr tanto, sino pensar en que hay que llegar a tiempo al sitio.

- Ha sido agricultor, albañil y también minero.

- Cuando terminó la guerra mi padre estaba en la cárcel y me tocaba ir al servicio militar, así que me metí en una mina de carbón de Las Parras de Castellote para que mi madre y yo pudiéramos comer. Ganaba 11,50 pesetas y con eso mantenía a mi madre, le mandaba a mi padre y pagaba a la patrona del pueblo. Trabajé tres años en la mina y cuando me casé con mi señora volvimos a Mas de las Matas. Cuando llegamos a casa no encontramos ni muebles ni herramientas, y las tierras nos las devolvieron años después, así que al principio trabajamos a medias tierras de otros. Después me metí a albañil, y como era un manitas, enseguida me cogieron.

Artesano

Manuel ha tenido una vida difícil, marcada por la guerra y por los conflictos sociales de los años 30. Era un manitas al que admiraban sus compañeros de clase por su gran capacidad para fabricar cualquier cosa, pero no pudo disfrutar mucho tiempo de la escuela. A los once años se convirtió en adulto y tomó las riendas de las tierras de su casa, al ser encarcelados su padre y su hermano mayor. La guerra civil lo envió con su familia a Valencia, donde se dedicaba a abastecer de leña a un horno de la capital levantina. Después de la contienda siguieron los años malos. Aún adolescente, comenzó a trabajar en una mina de carbón de Las Parras de Castellote para librarse del servicio militar, porque, una vez más, falto de padre -encarcelado- y de hermano mayor -emigrado a Francia-, tuvo que tomar las riendas de su familia. Casado ya con María Teresa Roselló, regresó a Mas de las Matas, donde de su casa sólo habían quedado las paredes. También le habían quitado las tierras, que hasta unos años después no le fueron restituidas. Ser un manitas le valió para entrar de albañil en una empresa de construcción, en la que trabajó hasta que a los 55 años se jubiló por problemas de espalda. La vida le golpeó de nuevo cuando su único hijo falleció en un accidente de moto cuando tenía 18 años. Quizá por eso Manuel dice que "los jóvenes van embalaos". Manuel tiene un museo de bastones de todos los tipos y colores y con distintas decoraciones en su casa. Ha hecho más de 200 y muchos los regaló a sus amigos.