POR LA PUERTA DE ATRÁS
 
Alfredo O. Scaglioni

Como le expresara en un anterior mail, me he convertido en un lector mas de «EL MASINO», y en vuestro boletín numero 242, me impactaron dos de sus notas. Ambas me tocaron muy de cerca.

Don Antonio Serrano Ferrer, habla de la amargura de decir adiós, de las puertas que se cierran, de las calles mas vacías y silenciosas del pueblo.

Don José Manuel Pastor, habla de la preocupación por la llegada de inmigrantes que hoy comparten el pueblo, y de otra forma, hace ver a sus vecinos que estos inmigrantes están viviendo la misma situación que describe Antonio en su articulo.

Como seguramente ustedes estarán enterados, en Argentina la situación no es de las mejores, y particularmente en Mar del Plata, mi ciudad natal, la desocupación alcanza uno de los índices mayores del país.

Acá también las puertas de los amigos se cierran para siempre, jóvenes y no tan jóvenes se marchan sin quererlo, no ya del pueblo a la ciudad, como les pasa a Uds., sino de la ciudad a otro país, en el nuestro ya no hay a donde ir, aunque nadie lo pueda imaginar, «tenemos personas pero faltan puestos de trabajo».

En las ciudades no se gana dinero, las grandes empresas extranjeras lejos de abrir puestos de trabajo, redujeron al máximo la cantidad de personal, y los salarios, en pos de una ganancia ya desmedida.

En las ciudades apenas pueden estudiar nuestros hijos, cada vez se destinan menos recursos para la educación, las huelgas y reclamos son permanentes.

Acá no faltan tierras para cultivar, pero acá no llegan las máquinas para hacerlo, es mucho mas sencillo y lucrativo especular con medidas económicas, e invertir el dinero en usura que invertirlo en máquinas o industria.

Acá no nos empujan al exilio las máquinas, nos empujan nuestros políticos y gobernantes, al servicio de grandes empresarios argentinos y extranjeros, y no al servicio del pueblo que los votó.

Yo soy uno de los que se tiene que ir de Mar del Plata, ciudad en la que nació hace 53 años, donde hace 23 años que soy arquitecto, donde crié a mis tres hijos, y donde todavía, gracias a Dios tengo algo de trabajo, pero donde mis hijos no lo tienen, ni lo tendrán por un largo tiempo que no pueden esperar.

Me tengo que ir porque además de empobrecerme por decreto reduciendo mis ahorros de toda la vida, me empobrecen espiritualmente y empobrecen todo lo que puedo dar con mi profesión, al no poder desarrollarla acorde a mi capacidad, experiencia y capacitación que he adquirido en 23 años de trabajo y permanente actualización en cursos de postgrado que he realizado incluso en Europa.

Por dar un ejemplo, les cuento que hace seis años que proyecté una iglesia, a partir de ese momento está en construcción, a la fecha todavía no se la pudo techar, se está pensando en colocarle un techo de chapas a dos aguas, provisorio seguramente para toda la vida, y debemos dar gracias si eso se puede concretar !del proyecto original ni hablar, ... de arquitectura menos!

Por este motivo es que emigraría y claro, me encantaría estar entre ustedes, no para mejorar social o económicamente, yo acá no estoy pasando hambre ni mucho menos, mis hijos han estudiado y estudian, emigraríamos para vivir tranquilos y poder dar con nuestro trabajo lo que hemos aprendido, en el lugar que nos reciba y lo permita hacer.

Pero no dejo de ponerme en el lugar de quien , como dice J.M.Pastor, «comparte las calles, los bares, las tiendas, hasta el aire que respiran» con los inmigrantes, y me pregunto como me sentiría yo, «entrando por la puerta de atrás», pues tiene mucha razón al decir que se juzga a todos por unos pocos, tiene mucha más trascendencia un deshonesto, que cien honestos. Si un argentino se destaca, dirán «que maravilla fulano de tal», pero si este argentino es delincuente, se comentará: «qué delincuentes son los argentinos»

En Argentina no sabemos de ese recelo para con los inmigrantes, todo lo contrario, fueron ellos los que hicieron crecer este bendito país, son ellos nuestros antepasados, el mayor porcentaje de argentinos desciende de Españoles e Italianos, entre los que me incluyo con orgullo.

Pero eran otras épocas.

Les mando un gran saludo.